La portavoz del Govern balear Pilar Costa se salió por la tangente evitando contestar el lunes a la pregunta de este Diario sobre las comidas para 24 y 26 comensales organizadas por la consellera de Agricultura de Podemos Mae de la Concha para agasajar al ministro del ramo los días 25 y 26 de noviembre. Justo una semana después de los ágapes pagados con dinero público, el 3 de diciembre, Francina Armengol había sentenciado: «Sabemos que esta Navidad no será igual que las otras, debemos evitar la relajación social, ya que nos espera un diciembre muy crítico». Daba así por zanjado el famoso debate sobre la segunda fiesta, si debía congregar a seis o a diez familiares. Diez días más tarde y con los números de la pandemia empeorando tronaba: «No estamos para celebraciones». Lo de la relajación ha sido un concepto recurrente cuando la presidenta se ha referido a nosotros sus conciudadanos con ánimo censor. De hecho ahora mismo nos ha semiconfinado en pago a nuestra relajación, acusados de hacer lo que se nos permitía hacer, no porque sus políticas titubeantes hayan resultado inservibles como parapeto a una segunda ola peor que la primera. Se ha echado en falta ese tono de suficiencia moral que gasta cuando se refiere a cosas domésticas como las celebraciones navideñas al referirse a los almuerzos convocados en días consecutivos por su consellera sin ninguna necesidad. A no ser que hacerle la pelota a un ministro en mesas de seis y al aire libre para eludir los mandatos sanitarios de su propio Govern, resumibles en «no te juntes con mucha gente», sea una actividad esencial y no nos hayamos enterado. Si De la Concha sale de ésta de rositas después del escándalo de los pluses a los altos cargos de su departamento estará demostrando un nivel de inmunización política tan elevado que la haría merecedora de asumir de inmediato la cartera de Sanidad.
