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José Francisco Conrado de Villalonga

Absurdos de la administración

La lectura diaria de prensa, como ejercicio de información ineludible, acaba siendo una práctica especulativa que depara, habitualmente, sorpresas en general poco virtuosas. Hace unos días en un periódico de tirada nacional se daba la noticia de que el Gobierno de Cataluña, a través de su Departament de Salut, ha establecido nuevas restricciones a causa del descontrol de la pandemia. Me ha turbado especialmente la prohibición de que las librerías abran en fin de semana, aunque sí lo puedan hacer los comercios, las peluquerías, bares y cafeterías, las panaderías, eso sí con ciertas limitaciones, pero no pueden abrir las librerías. Resulta incomprensible, pues para muchos la cultura es un bien esencial y si la administración catalana no comparte esa esencialidad, podría equiparar las librerías, por lo menos, a las panaderías, por ejemplo. Esta claro que ante la acometida del maldito virus hay que tomar medidas, pero antes hay que ponderarlas.

En los últimos días se produjeron en España 25.456 contagios y 199 muertes más, lo cual significa que en el país hay 151.000 persona infectadas y ha habido más de 1.000 muertes y al parecer según el ministro de Sanidad, -ya en fuga-, esto seguirá incrementándose. Es inadmisible que, si la solución para contener la pandemia está en la vacuna, los políticos de turno se compliquen y enreden y, demuestren así su manifiesta incapacidad de gestión en un tema primordial. Se retrasa la vacunación general por la habitual desorganización de las administraciones. Ellos hablan de alcanzar la «inmunización del rebaño», se trata, en mi opinión, de una desafortunada calificación de los ciudadanos, o una consideración vejatoria hacia el personal, pero no haremos cuestión de esa impertinencia si realmente se organizan rápidamente y vacunan al vecindario, ¡pónganse a ello!

Marius Carol, que fue director de La Vanguardia, atribuía en un artículo a Jerry Seinfeld (New York 1954), escritor, productor y en cierto modo humorista, la siguiente frase: «La librería es una de las pocas evidencias que tenemos en la actualidad de que la gente sigue pensando». Si es cierta esta frase de Seinfeld, y lo es, podríamos llegar a la conclusión de que a la Generalitat catalana le importa poco que la gente «siga pensando». Es evidente que al frente de las administraciones públicas hay personas «manifiestamente mejorables» o, dicho de otra manera, algunas pueden llegar a ser un factor de riesgo añadido. Platón decía que «la ignorancia es el peor de todos los males» y a esto podríamos añadir «incluidos los virus». Que sepamos no hay informes, de momento, que digan que en las librerías se contagia el coronavirus, es más yo no he visto, lamentablemente, nunca en una librería aglomeraciones. Irene Vallejo, filóloga, Premio Nacional de Ensayo 2020 ha escrito recientemente un libro titulado El infinito en un junco en el que explica que el libro se ha mantenido en el tiempo y, que ni tan siquiera las actuales tecnologías han conseguido apartarlo. El libro nos acompaña siempre, especialmente en nuestros confinamientos, es nuestro aliado, nuestro amigo desde hace siglos.

Para mucha gente sigue siendo mejor la lectura en papel que a través de una «tablet». Con el papel, en la librería, suele haber intercambio cultural, conversación informal, se implican emociones, se socializa civilizadamente. La American Booksellers Association está haciendo una campaña en Manhattan para que la gente acuda a las librerías y compre libros y no se dejen colonizar por Amazon. Privilegiemos la existencia de las librerías pues humanizan las ciudades, son lugares de culta conversación en un mundo cada vez más autista y conectado a la electrónica. Se está depreciando el conocimiento que se da en las librerías, en España cada día desparecen dos. Recuerdo que en Palma estaba la Librería Ereso, en la calle de Sant Nicolau y, que la regentaba Tomeu Payeres, profesor de literatura del Colegio de Montesión. Sobre él guardo un grato recuerdo, sus conejos sobre determinados textos y su desvelo para animarnos a leer hicieron que nuestra generación aprendiera a entender la importancia de la lectura. En lugar de prohibir entrar en las librerías, animen a los jóvenes a que, al menos, pongan los pies en una de ellas en alguna ocasión. Hoy no lo hacen, no entran nunca.

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