Diario de Mallorca

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Carmen Pérez Novo

El vacío interior

El amor a los animales como forma de suplir la falta de compañía personal

Una de las grandes pasiones de la posmodernidad es el amor hacia los animales. A la vista los hechos. En nuestro país, en muchos hogares, hay una mascota. ¿Tan compleja nos resulta la vida interpersonal para que tengamos que echar mano de compañías que no discuten, ni disputan el silencio, el espacio ni los caprichos? Ahora bien, en esta sociedad de usar y tirar y superindividualista, que tan a conciencia hemos construido, a veces, incluso un perro puede llegar a ser demasiada compañía. Buena prueba de ello lo tenemos en la enorme cantidad de animales domésticos, en ocasiones maltratados, abandonados por sus dueños. Esas desagradables noticias se suceden año tras año. ¿Serán, acaso, los robots capaces de solventar ese exceso? Lo cierto es que parece difícil porque somos seres sociales y, hoy por hoy, los psiquiatras insisten en la importancia del contacto humano, las amistades y la comprensión. Es más, el psicólogo y sociólogo Putnam, profesor de la Universidad de Harvard, ha llegado a la conclusión de que la felicidad no se correlaciona con el dinero, la cultura ni la inteligencia, sino con el número y calidad de las relaciones humanas. Y es todo lo contrario de lo que hemos hecho. Nuestra prioridad ha sido conseguir montones de dinero al precio que fuera –a la vista los hechos– a la vez que hemos echado por la borda coacciones, modelos y tradiciones. ¿Y a cambio? Pues un conjunto de hombres y mujeres implicados en la devoción a lo material, al éxito personal, y en el culto a las libertades y a su cuerpo. Pero esa desvinculación tiene sus riesgos. De una parte despreciamos la fidelidad como valor caduco, pero de la otra necesitamos confiar en alguien que nos ayude a vencer la soledad y a superar las intermitencias de la fortuna. Porque cuando el mundo se vuelve hostil, o al menos inclemente, la llamada al refugio íntimo se hace muy poderosa. Pero, ¿qué sucede si al llegar a él solo quedan los escombros? La verdad es que hemos jaleado tanto la individualidad que nos ha emborronado en exceso el mapa de la vida. Y nos está saliendo muy caro. Porque necesitamos compañía, comprensión, serenidad, sentido, equilibrio, armonía... En fin, sólidos valores. La pregunta del millón es si en este siglo seremos capaces de pagar el precio de semejante desvinculación. Pero, por favor, no lo paguemos con las pobrecillas mascotas.

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