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Juan Rigo

Desde Paris

Juan Rigo

¿Año nuevo?

Como me gustaría estar en lo típico de estas fechas, enredando entre los deseos de mejorar y los clásicos propósitos de enmienda, cargado de buenas intenciones de cara a este año aun balbuceante. Propósitos e intenciones que aunque luego caigan en saco roto nos tienen entretenidos un buen momento y nos ayudan a pasar el tradicionalmente difícil Enero. Y digo difícil por lo de la cuesta, una cuesta que ni siquiera las rebajas ayudan a superar.

Pero la verdad es que lo de cuesta parece una inocentada cuando llevamos 9 meses de escalada, y sin visos aun de vislumbrar la cima. Año nuevo, les preguntaba al principio y la respuesta, vida nueva o nueva vida, no invita a celebrar nada. De momento lo que asoma es una fotocopia de lo vivido el año pasado. Si esto es la nueva normalidad que nos prometían hace meses, cuando salíamos, tocados pero no hundidos, del primer confinamiento, apaga y vámonos.

Cierto, ahora tenemos la vacuna –lo de tener es un decir– pero la aparición de diversas variantes del virus como contrapartida, no ayudan precisamente a clarificar la situación. Por otra parte al tratarse una vacuna de «nueva generación», por aquello del ARN, los escépticos – sin olvidarnos de los conspiracionistas – no paran de alertar al personal de los peligros que podría conllevar el pasar por el tubo/jeringuilla. Lo del ser o no ser es un dilema del pasado, ahora lo que prima es el me vacuno o no me vacuno. Hay teorías para todos los gustos. Y lo curioso es que hasta los científicos - por llamar de algún modo ha esos alquimistas que han obrado el milagro de sacar una vacuna es cuestión de meses - que han participado en el feliz desenlace dan opiniones dispares ante lo que nos espera, ante nuestro futuro inmediato.

Si creemos a la bióloga americana, de origen húngaro, Katalin Kariko, cuyo trabajo de investigación ha sido decisivo para la concepción de la vacuna basada en la molécula del ARN (caso de Pfizer-BioNtech y Moderna) el próximo verano iremos a la playa como si no hubiera pasado nada, es decir que la vuelta a lo normal es cuestión de meses. Sin embargo hay quien opina lo contrario, puesto que el también prestigioso científico turco-germano Ugur Sahin, creador de la vacuna de Pfizer junto con su colega la doctora Özlem Türeci – más conocidos en Francia como los Curie del Covid – ha asegurado en una conferencia de prensa recogida por The Guardian que «el virus permanecerá con nosotros los próximos 10 años», añadiendo que «necesitamos una nueva definición de normal». O sea que lo de la nueva normalidad no era una broma de mal gusto.

Ahora toca pues redefinir la norma, el concepto de normal. Supongo que ello llevará implícito el mantenimiento de las precauciones sanitarias, distanciación física, mascaras, gel hidroalcoholico en el bolsillo, y por supuesto el teletrabajo cuando ello sea posible. Y pasaporte sanitario en el bolsillo cuando podamos viajar de nuevo. Sin olvidar mencionar, de pasada, el replanteamiento de nuestro modelo económico, especialmente en casos como el de Mallorca donde el monocultivo del turismo parece insostenible si esto se alarga. Aunque me imagino, citando a Campoamor, que nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira, porque nuestra presidenta, Francina Armengol, despidió el año con un mensaje positivo asegurándonos que «pronto el virus será una pesadilla del pasado». Que dios nos coja confesados. Solo cabe esperar, puestos a pedir o a soñar, por el bien de todos que el energúmeno de Trump forme también pronto parte del pasado.

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