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JOrge Dezcallar

Espectáculo penoso

El corazón de la mayor democracia del mundo, que nos ha salvado del fascismo y del comunismo, ha sido asaltada por una chusma

Donald Trump habla durante un mitin de campaña en Florida.

Confieso que acaba de ocurrir en el Capitolio de los EEUU me da mucha vergüenza, igual que me indignó y me dio mucha vergüenza lo que aquí ocurrió aquel lejano y nefasto 23 F que nos sigue avergonzando años más tarde. El corazón de la mayor democracia del mundo, la sede de la soberanía popular del país que nos ha salvado del fascismo en la Segunda Guerra Mundial y del comunismo tras la implosión de la URSS en 1991, ha sido asaltado por una chusma de manifestantes irritados porque creen la basura que Trump les ha vendido de que ha habido un gigantesco fraude electoral y que les han robado la presidencia como resultado de oscuras maquinaciones, que redes partidarias de teorías conspiratorias como QAnon difunden para consumo de gentes crédulas e ignorantes.

Es muy grave que se interrumpa una sesión conjunta de ambas cámaras que tenía por objeto confirmar el recuento del Colegio Electoral y nombrar presidente de los Estados Unidos a Joe Biden, cosa que finalmente pudo ocurrir ya de madrugada cuando la sesión pudo continuar una vez desalojados los okupas. Aún así, por la noche 6 senadores y 121 congresistas republicanos seguían objetando al recuento y dando validez a las acusaciones de fraude masivo y de robo que Trump lleva semanas vociferando.

Las escenas que la televisión difundió son para hacer sonrojar a cualquiera y lo malo es que los integrantes de la chusma fueron invitados a hacer lo que hicieron por el todavía Presidente de los EEUU que los calificó de «grandes patriotas», mientras durante mucho tiempo se negaba a pedirles que se retirasen y a condenar la violencia de su comportamiento. Hubo cuatro muertos y varios heridos como consecuencia de actos que un indignado Joe Biden consideró que bordeaban la sedición y el senador republicano Mitt Romney calificaba de «insurrección». Obama, por su parte, hablaba de «gran deshonor y vergüenza».

La ironía es que los Proud Boys y otros atacantes del Capitolio no se consideran delincuentes, que es lo que son, sino patriotas llamados por su presidente para salvar la democracia de un grupo de políticos corruptos que la quieren subvertir. La definición de lo que algunos como Javier Cercas han llamado «golpe de estado posmoderno» que se da desde dentro y no desde fuera, y en nombre de la democracia que se pretende derribar. Con 74 millones de votos a favor de Trump en las elecciones del pasado 3 de noviembre y un 86% de sus votantes convencidos de haber sido robados, las perspectivas para un gobierno apacible de Joe Biden parecen remotas y eso es muy malo porque el pais necesita superar la actual polarización y unirse para curar las heridas causadas por la covid-19 y la brutal crisis económica que ha desencadenado, que se ha cebado en los que ya sufren injusticias raciales, que ha aumentado las cifras de desempleados y que ha acentuado las ya graves desigualdades sociales, asuntos todos ellos que están en la raíz del populismo que ha aupado a Donald Trump a un puesto para el que ha demostrado no estar capacitado y, naturalmente, lo peor acaba pasando. Por incompetencia o por paranoia. La Ley de Murphy. Hasta el punto de que, horrorizados por lo que todavía podría hacer en los doce días que aún le quedan como presidente, se oyen voces en el Congreso que piden su destitución por la vía de la aplicación del XXV Enmienda para casos de incapacidad.

Tiempo habrá de analizar los graves fallos de seguridad que permitieron acceder al Capitolio a los integrantes de la Marcha para Salvar América que Trump había convocado y luego enardecido llamándoles «guerreros» y «patriotas» mientras acusaba a sus oponentes políticos de ser «enemigos del pueblo». Lo ocurrido es muy grave, se ha saldado con muertos y con un daño enorme a la imagen de la democracia americana en el mundo, que imagino que habrá llenado de satisfacción a algunos en Beijing y en Moscú que llevan tiempo diciendo que la democracia es un sistema caduco, en decadencia, y por supuesto no comparable a la eficacia de los sistemas autoritarios que ellos representan.

Repito, un día muy triste que perdurará en la memoria para vergüenza de un gran país y del fantoche que lo dirigió durante cuatro largos años y al que recientes los acontecimientos han quitado definitivamente la careta tras la que todavía pretendía ocultarse. Ojalá no haga todavía más daño.

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