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Pilar Garcés

El desliz | Las primeras de la fila

Hay que vivir. En la vanguardia de una vacunación que podría enviar el coronavirus al baúl de los malos recuerdos, un batallón de mujeres con décadas a sus espaldas nos ha dado un ejemplo de solidaridad

Las primeras de la fila

El domingo temprano, Araceli Hidalgo (96 años) recibía la primera vacuna contra el covid de España. Nació en Granada en una familia de 20 hermanos. Tras una vida de esposa y madre de dos hijos, abuela de cuatro nietos y bisabuela de una, se enfrentó sonriente al vial ante la expectación de todo un país que lleva nueve meses sufriendo y dijo que el pinchazo le había picado «un poquitillo». Habita en una residencia de Guadalajara y se apuntó voluntaria para la vacuna. La eligieron para estrenarla por ser la persona de mayor edad del centro. Se ha hecho tan famosa que ya se han fabricado miles de memes con su faz y se le ha criticado por santiguarse ante la aguja y por decir «gracias a Dios». Gracias a Dios que no frecuenta los lodazales de internet, porque así no se habrá enterado del anuncio de su propia muerte, publicitado en falso por terraplanistas y malos bichos. Malos, pero no peores que el coronavirus, que, como dijo Araceli, «a ver si nos deja en paz».

El mismo día, después de comer, Avelina Serrano (94 años) se convirtió en la primera persona en vacunarse contra el covid en Balears. Collar de perlas, sonrisa de oreja a oreja, dijo estar contenta por la experiencia médica, «si me pinchan, pues me pinchan». No puede compartir con nadie su fama repentina en las islas porque no le queda familia tras fallecer su marido, al que añora pues «nos llevábamos como dos rosas». Llegó a la residencia de Oms-Sant Miquel desde Felanitx tras una vida de trabajo como cocinera y limpiadora.

Josefa Pérez (89 años) fue la primera en recibir la inmunización contra el covid en Cataluña en la residencia La Feixa Llarga de l’Hospitalet. Natural de Galicia, sentenció tras su mascarilla que no había tenido «ninguna duda» cuando le propusieron la vacuna. En la puerta de la residencia al menos dos personas: un negacionista con una pancarta que decía ‘eugenesia’ y el emocionado sobrino de una señora de 96 años que fue una de las primeras residentes en morir por culpa del covid. «Ella siempre ayudaba y se habría vacunado sin dudarlo», aseguró.

Consuelo Landa (91 años), Bernardina Escudero (87) y Begoña del Olmo (80 años) fueron la avanzadilla de la vacunación en Euskadi el domingo helador, en la residencia Ajuria de Vitoria, una de las primeras ciudades en sufrir los peores estragos del coronavirus en marzo. Consuelo, quien se manifestó «cansada de no poder salir de la resi», animó antes las cámaras a todo el mundo a inmunizarse, mientras que Begoña afirmaba estar acatando las órdenes de su hija, «que me ha dicho: ama, en cuanto puedas póntela».

«É unha marabilla, atópome como nova!», exclamó la compostelana Nieves Cabo (82 años), primera gallega en ponerse la vacuna del covid el domingo en la residencia Porta do Camiño. Pasado el momento, y dueña de una gran vitalidad, se asomó al balcón para saludar a los fotógrafos y arengar a sus compañeros del centro porque «el bicho ya ha dado demasiados disgustos».

Qué mujeres bravas y estupendas, dan ganas de abrazarlas y besarlas cuando el BOE lo permita. Y también a Batiste Martí, de 81 años, primer vacunado en Valencia porque «si puedo ser el primero, no quiero ser el segundo». Ojalá se nos contagie su amor por la vida en este 2020 que, con todo, mejor haberlo vivido.

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