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Norberto Alcover

2021. Nuestro finito en un junco

Juego con ese título tan leído de Irene Vallejo, El infinito en un junco, para titular estas líneas cuando acaba 2020 y estamos subiendo las murallas de 2021. Porque cuanto nos acontecerá en estos doce meses próximos será necesariamente finito, tal es nuestra condición humana, pero tendrá la agilidad y la debilidad de ese junco que crece en las riberas del tiempo y del espacio humano. Permítanme que, desde tal perspectiva, les sugiera unas cuantas realidades que nos sobrevendrán, y que las comente brevemente.

Durante estos meses de 2021, se verá con suficiente claridad el resultado del gobierno de coalición, propiciado por Sánchez e Iglesias, en tan extraño maridaje, como ya han demostrado. Está por ver si los dos mandatarios permanecen estables dentro de la evidente contradicción o, por el contrario, deciden que sus diferencias establezcan nuevos horizontes. Sabemos que apenas conocemos lo que sucede en los pasillos de Moncloa y del mismo Parlamento, pero en algún momento saldrán a la luz realidades inesperadas, que ahora podemos intuir pero que nadie nos relata con claridad y sinceridad. Para mí, es la cuestión más relevante porque de su desarrollo dependen otras muchas, algunas de las cuales comentaremos a continuación. Apliquen a este interrogante, la presencia de Bildu y ERC para acabar de complicar las cosas. Con Arrimadas al fondo.

La segunda cuestión es la relación entre «acabar con el virus» y «la utilización de los fondos europeos». Los dos señores arriba citados tienen opiniones del todo diferentes al respecto, mientras la señora Calviño intenta sobrevolarlo todo. Es la cuestión práctica más inquietante porque habrá que optar entre una utilización de los fondos para reestructurar nuestra economía o, por el contrario, para atender las inmediatas urgencias sociales. Es evidente que ambas intenciones podrían conjuntarse, pero parece que Europa nos pide comenzar la primera como objetivo prioritario. Ahí detectaremos la auténtica relación de poder entre nuestros gobernantes y el universo sindical y empresarial.

En tercer lugar, seguramente avanzará la cuestión territorial, baqueteada durante la pandemia. El Gobierno se ha relacionado con las Comunidades según le ha convenido en cada momento, pero el resultado final es uno: gobernar España de 17 formas diferentes es una tarea posible, por supuesto, pero cada vez más difícil. Falta unidad en cuestiones fundamentales: la interpretación de la Constitución, los niveles de cooperación económica, la capacidad de desarrollo comunitario, y muy especialmente el fervor nacionalista de algunas comunidades. Será clave, en tal situación, cómo distribuya el Gobierno los fondos europeos, sea para agravar o por el contrario acercar a nuestro conjunto territorial.

Sin que apenas le demos importancia nacional, el Brexit británico y la nueva administración norteamericana impactarán en España y en la UE. China determinará sus auténticas inclinaciones respecto del exterior, y Latinoamérica tendrá que dar a luz, de una vez por todas, cómo desea ser gobernada, que no es poca cosa para nosotros. Con el fantasma de Venezuela de fondo. Con la pandemia, hemos comprobado que la globalización se localiza en profundidad, y que España se encuentra en un ámbito geopolítico excepcional respecto del neoafricanismo que acecha. Todos sabemos que el continente del futuro es esta África, cuyas riberas están tan cerca de nosotros. China lo sabe muy bien. En este planeta tan complejo, ¿qué lugar quiere protagonizar España? Hasta el momento, la política exterior española es muy declinante. Demasiado.

Todo lo anterior depende de la forma que adopte la liberación de sectores vulnerables del conjunto social. Hay demasiada pobreza y ansiedad en el ambiente, y en especial, una vez más, sobre ese tercio de nuestra población que contempla sin protagonismo alguno cuanto sucede. De momento, ayudamos como podemos, pero todas las reformas estructurales que nos imponen tienen que derivarse en favor de los excluidos o por lo menos marginados de nuestra sociedad. Para llevar a cabo la tarea de reactivar nuestra economía, se hace absolutamente necesario que también reactivemos el contrato social. Al respecto, no cabe la menos duda. Sánchez e Iglesias pugnarán entre sí. Y pugnarán con dureza. Con las Autonomías a sus espaldas con exigencias lógicas.

Envolviendo todas estas cuestiones inaplazables en 2021, aparece la necesaria profundización ética y moral de España en cuanto tal, una dimensión que estamos dejando de lado, entre otras razones porque nuestros intelectuales, y las culturas correspondientes, apenas pintan algo y además se pretende que cada día pinten menos: la cultura, en España, es un águila voladora de altas cumbres, pero a la que preferimos ahí, en las altas cumbres sin lugar alguno en la praxis cotidiana. Claro está que la condición de posibilidad de intelectuales y culturas para sobrevivir es su capacidad de jugarse el tipo ante el poder. Y eso siempre es peligroso para cualquier persona. Volver a leer Alternativas para el siglo XXI (Editorial Sistema), que escrito en un ya lejano 2003 por Alfonso Guerra y José Félix Tezanos (curiosas compañías), propone un montón de cosas cuya verificación ya hemos objetivado en parte, pero es interesante cómo interroga en profundidad los caminos de la Coalición, pero sobre todo de nuestro Presidente. Son indiscutibles los autores, pero insisten una y otra vez en esa dimensión ética y moral que, entonces y ahora, determina nuestro futuro. O pensamos España de verdad, más allá de ideologías, o nada de nada. Lo hace Francia y lo hace Estados Unidos, pero una vez más, España es reticente y está un tanto pasmada ante sus propios fantasmas. Es una cuestión de inteligencia y de valentía: la palabra pensada sostiene, casi siempre, lo destinos de los pueblos.

Y mientras tanto, en 2021 nuestra monarquía se la juega. Es el telón de fondo que tiene rigor de serie anglosajona pero también de relato norteamericano. El problema no es tanto para don Juan Carlos como para un Felipe VI que carga con las herencias de su antecesor. Zarzuela también cuenta. Y parece que Moncloa también quiere contar de cara al futuro: ¿No va por ahí el anuncio de una probable ley de la Corona? Esperemos.

Nuestro finito, tan complejo y casi insultante, aparece como un junco de pasiones encontradas. Habrá que cuidar el junco de nuestra sociedad para que seamos capaces de superar esta situación crítica, sin olvidar que las grandes realidades inmanentes suelen exigir viajes trascendentes. Esto es así. Otra cosa es que la trascendencia nos provoque pánico. Pánico al compromiso de los valores absolutos, en pleno relativismo invasor.

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