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Antonio Tarabini

Nostalgias navideñas

Cuando vean la luz estas líneas, hoy 28 de diciembre, ya habremos celebrado la Nochebuena y Navidad. Han sido unas fiestas extrañas con restricciones de movilidad y de aforos. Pero todavía nos queda un segundo bloque : Nochevieja, Año Nuevo, Reyes. No sabemos si serán necesarias tomar otras medidas coercitivas para hacer frente al contagio, a la hospitalización… Mientras confiamos en la Vacuna, que sin duda es absolutamente necesaria pero que no es la panacea universal.

Las fiestas navideñas pretenden poner en evidencia los aspectos más positivos de nuestra vivencia y convivencia, dejando, si es posible, en el baúl de los recuerdos, aunque sea temporalmente, nuestras desdichas, fracasos, soledades y un inmenso etcétera. Algo que no siempre se consigue. Es un hecho que tales fiestas de origen religioso tienden a secularizarse, y así lo piensan incluso las personas que se mantienen fieles a sus tradiciones religiosas. Se centran básicamente en su vertiente familiar, se reúnen la familia próxima y a veces la extensa, y no resulta extraño que una vez en la sobremesa y con algunas copas de más, concluyan las comilonas como el rosario de la aurora. Y coge auge el aprovechar estas fechas en la realización de algún viaje. A su vez es el sumum del consumo, regalo a troche y moche, marca tras marca, juguetes rosa para la niña y azul para el macho alfa. Los ágapes de empresa. Las comidas de compañeros de bachillerato; para lo que los años no pasan en balde, se reconocen con dificultad, y algunos ya nos han dejado. Pero la pandemia con sus restricciones nos obliga a renunciar a tales celebraciones navideñas con cierta nostalgia.

Desde hace años, la Fundación Gadeso realiza un sondeo dedicado las fiestas navideñas. Continua la pérdida progresiva de su significado religioso sustituido por «fiestas consumistas», y a mucha distancia por «fiestas familiares». Pero resulta muy significativa que en el presente sondeo el significado «fiestas consumistas» disminuye su intensidad hasta llegar a un 22%, la mitad del año pasado. Tal disminución no es voluntaria, sino obligada por las medidas coercitivas, limitaciones de distancias y de aforos ¿Cómo percibimos tales medidas que afectan directamente al qué y al cómo «celebramos» estas Fiestas? La mayor queja se produce en los segmentos altos al impedirles organizar ( a pesar de gozar de recursos) sus «propias fiestas», hacer regalos a troche y moche, más concretamente un viaje sorpresa familiar (o con amigos/as)- Y para más inri limitar el número máximo de persona para compartir: Nochebuena, Navidad, Nochevieja... y que mis vástagos no puedan compartir una fiesta con sus amigos. Las clases medias insisten en las mismas razones aunque con menos intensidad, acudiendo al argumento de falta de recursos. Algunos de manera anónima confesaban que harían alguna trampilla en el número de participantes en Comidas/Cenas; mientras otros más cabreados consideran que tales limitaciones «son un ataque a las libertades personales»(sic).

Otro bloque de preguntas se referían al nivel de gasto en función de su status socio-económico. El nivel de gasto medio disminuye de modo sensible: en 2019 eran 680 euros por personas y en el presente año 536 euros. En los segmentos altos se mantiene estable (1332 euros); mientras los segmentos bajos, en riesgo de exclusión socioeconómica, pierden capacidad de gastos, de 308 euros en el año pasado a 225 euros el presente. Las clases medias sufren un desgaste importante de salarios bajos, pérdida de puestos de trabajo, cierre del negocio… No es extraño comprobar como tales segmentos medios también cubren sus necesidades acudiendo a ONG.

Coexisten otras realidades invisibles. La pandemia ha absorbido otras realidades que se han convertido en invisibles a pesar de que están vivas y coleando. El personal sanitario, limpiadores, cajeras y asistentes de mayores y personas dependientes, se revelan imprescindibles durante la pandemia, pero que no gozan de buenos salarios ni valoración social; profesiones fácilmente sustituibles: trabajadores de limpieza, de transporte, de supermercado, repartidores a domicilio, dependientes, etcétera. Tal invisibilidad alcanza a familias de segmentos medio/bajo y bajos, reunidos en una mesa camilla y sus rostros teñidos de tristeza. Personas invisibles que no tienen con quien «celebrar» Navidad. Personas que mal viven (y mal mueren) solas, haberlas haylas. Probablemente coincidiremos en que la crisis sanitaria y socioeconómica es una realidad, cuya carga es desigual.

Las restricciones para celebrar la Navidad traen de cabeza a más de uno. La imposibilidad de grandes reuniones familiares en estas fiestas amargan a muchos. Ante este escenario, no faltan propuestas alternativas. Una de ellas, publicada en el diario digital Público, ha partido del diputado de Vox por Huesca, David Arranz, quien propone que sólo celebren la Navidad y eventualmente puedan viajar para hacerlo los creyentes. «No tiene sentido que lo haga un ateo, un comunista o un podemita», afirma Arranz en su cuenta de Twitter, porque durante la Navidad se celebra «el nacimiento del HIjo de Dios». No es una inocentada.

Escuché con atención el mensaje del Rey. Según mi parecer ha dejado perder una oportunidad.

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