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Francisco Capacete

Apelando a la responsabilidad

Cada vez que los gobiernos se ven incapaces de solucionar un problema hacen un llamado a la responsabilidad de los ciudadanos para que se lo solucionen. Lo vemos en estos tiempos de pandemia. Se apela a la responsabilidad de la ciudadanía para reducir al máximo la propagación de este coronavirus que nos tiene en vilo. Esta estrategia que usan los gobiernos es mezquina e inmoral, entre otros, por os motivos que ahora expondré.

Primero. Muchos políticos y gobernantes han sido ejemplo de irresponsabilidad. Unos saltándose el toque de queda, otros fumando y charlando sin respetar las distancias interpersonales. Gobiernos ha habido que han comprado partidas sanitarias a China que resultaron defectuosas. Muchos alcaldes y políticos de renombre se saltaron el confinamiento alegando las excusas más absurdas. Obviamente, ninguno ha recibido ninguna sanción. Por cierto, ¿en qué ha quedado el expediente sancionador al bar que cerró más tarde de las doce por tener entre sus clientes a Armengol? ¡Vaya ejemplo de irresponsabilidad! Y luego se atreven a pedir a los ciudadanos lo que ellos no practican. Hay que decirlo alto y claro, es inmoral.

Segundo. Ni los gobernantes ni los políticos han enseñado a los ciudadanos a ser responsables. Más bien, todo lo contrario. Les pongo un ejemplo. Si revisamos una ley cualquiera, la ley de circulación, una ley de impuestos o la ley de sociedades, nos damos cuenta que todas ellas contienen un capítulo dedicado a las infracciones y sanciones. Si no haces tal cosa te multamos. Lo que no vamos a ver nunca en ninguna ley vigente es que se promueva la acción diligente del buen ciudadano. Si hacemos las cosas bien y cumplimos con los deberes que nos imponen las leyes no pasa nada. Sin embargo, si no cumplimos con los deberes que nos imponen las leyes es posible que tampoco pase nada, si no nos pillan. ¡Cuántas personas eligen lo segundo! Es imprescindible que las leyes, los gobiernos y las administraciones apoyen al buen ciudadano, ese pobre lázaro desvalido del que nadie se acuerda. Si los gobiernos y sus partidos no han promovido al ciudadano responsable, luego no pueden pedir que haya ciudadanos responsables. Esta actitud es inmoral.

Tercero. Visto lo anterior, la llamada a la responsabilidad de los ciudadanos es totalmente ineficaz. Los políticos lo saben. También saben que así salen ganando, porque con ello consiguen descargarse de toda responsabilidad. ¿Quiénes serán los culpables de los recortes, de las crisis, de los negocios y empresas arruinados, de las muertes? Los ciudadanos. Esta intención es -digámoslo alto y claro- mezquina.

Cuarto. Esta llamada a la responsabilidad es como un grito desesperado para que les quitemos a los gobernantes al marrón que les ha caído encima. La pandemia ha puesto al descubierto la dejadez de las administraciones públicas. Nos hemos enterado de la falta de coordinación y planificación en el sistema sanitario, sobre todo en cuidados intensivos. Hemos descubierto que muchos planes de emergencia eran ficticios porque han sido ineficaces a la hora de llevarlos a la práctica. Los barrios o zonas sanitarias de Palma donde sigue creciendo la tasa de incidencia del coronavirus son los barrios más desatendidos de la ciudad. Es decir, que gracias a la pandemia descubrimos que nuestros gobernantes no tienen visión de futuro, ni plan de desarrollo, ni una visión clara de hacia dónde llevar el barco de la ciudad. ¡Grave irresponsabilidad!

Pero, ¿qué es la responsabilidad? No podemos ser responsables si no sabemos qué es. Y en estos tiempos de confusión y decadencia, no crean que es cosa fácil tener las cosas claras. Empecemos aclarando que la responsabilidad es una virtud moral que nos hace a los seres humanos confiables. El sentido de la responsabilidad nos permite asumir las consecuencias de nuestros actos. Es algo así como el poder responder por aquello que pensamos, sentimos y hacemos. Es una fuerza interior, una solidez de carácter que nos transforma en ciudadanos aptos para construir algo duradero. La responsabilidad genera un compromiso consciente con uno mismo y con los demás. Y es este compromiso la pieza necesaria para caminar juntos, en sana convivencia, haciendo de nuestra sociedad un mundo, no solo habitable, también y, sobre todo, humano, digno, integrador y con futuro.

Apelo a mi responsabilidad para seguir cumpliendo con las normas, seguir cuidando a mis conciudadanos y estar disponible para todo aquel que me necesite.

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