Alemania ha batido su récord de fallecimientos por la pandemia, con 952 muertes en un solo día, una cantidad sobrecogedora que España, por fortuna, no ha llegado a alcanzar en ningún momento. Toda Centroeuropa está en el punto álgido del contagio, mientras el Sur –España-, que se hallaba en declive, ha invertido nuevamente la curva, que vuelve a ascender peligrosamente.
La vacuna está al caer, por lo que podrán salvarse muchas de las personas que morirían inexorablemente si no se vacunasen a tiempo. Tenemos la solución al alcance de la mano, por mucho que los expertos echen agua fría a la llama de la esperanza para impedir la euforia, que tendría efectos demoledores.
Y, sin embargo, parece que las muchedumbres –y sus gobiernos serviles- no están dispuestas a tener la mínima paciencia que les salvaría la vida. Hay que exaltar la Navidad como sea, y celebrar de paso la próxima solución para la gran pandemia. Ocioso es decir que la celebración será paradójica para quienes, entre tanta alegría descontrolada, se contagien fatalmente del maléfico virus, que continúa haciendo estragos. Diríase que nos hemos vuelto locos. Quizá sea verdad.
