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Joaquín Rábago

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Joaquín Rábago

EE UU, de nuevo potencia imperial con el Sáhara occidental

Con el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara occidental, EE UU vuelve a comportarse como la potencia imperial que no ha dejado de ser a lo largo de su todavía corta historia.

El presidente saliente, Donald Trump, dispuesto a colocar a su sucesor en la Casa Blanca, el demócrata Joe Biden, ante hechos consumados, ha demostrado una vez más lo poco que le importan las Naciones Unidas y el derecho internacional.

Y así ha vuelto a hacer lo que le ha dado la gana, como cuando trasladó la embajada de su país de Tel Aviv a la disputada Jerusalén en abierto desafío a las resoluciones de la ONU.

O cuando reconoció la soberanía del Estado judío sobre los altos del Golán, territorio arrebatado a Siria en la guerra de los Seis Días, de 1967, entre Israel y una coalición de Estados árabes y anexionado definitivamente por Israel en 1981.

El reconocimiento por EEUU de la soberanía marroquí sobre la que fue colonia española hasta su vergonzoso abandono por nuestro Ejército en 1975, con Franco ya moribundo, es la recompensa a la monarquía alauita por acordar el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Estado judío.

Con Donald Trump en la Casa Blanca, EE UU se ha venido comportando como el agente de Israel en la región Oriente Medio, presionando a sus monarquías feudales para que reconozcan al Estado judío pese a sus continuos atropellos de los derechos del pueblo palestino y de la legislación internacional.

Marruecos se convierte en cuarto país musulmán en dar ese paso tras las decisiones en el mismo sentido de Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Sudán, a las que no puede tardar en sumarse el régimen saudí.

Todo ello se inscribe al mismo tiempo en la estrategia del Estado judío de estrechar, con la inestimable ayuda de Washington, el cerco sobre Irán, sirviéndose hábilmente del conflicto existente entre las dos principales corrientes del islam: la suní y la chií.

Pero como el cínico negociante que es, Trump ha aprovechado sus gestiones ante los países árabes para, agitando el espantajo iraní, venderles el armamento más sofisticado de su poderosa y tremendamente lucrativa industria militar.

En el caso, por ejemplo, de Marruecos, EE UU aprobó ya el año pasado la venta de veinticinco cazas F-16 de la última generación y la modernización de un modelo anterior, contrato que supuso 4.800 millones de dólares de ingresos para fabricantes y contratistas.

Para el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, pese al reconocimiento norteamericano de la soberanía marroquí sobre la ex colonia española, nada ha cambiado desde el punto de vista del derecho internacional.

La ONU se comprometió a organizar un referéndum sobre el estatus de ese territorio en 1992, pero Rabat no reconoció el censo electoral e impidió su celebración y desde entonces se ha negado a aceptar cualquier consulta que incluya la independencia. Y tiene ya el pleno apoyo de Washington.

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