Por eso el de Artà es uno de los jugadores más queridos por la afición, por eso la sola inclusión de su nombre en los titulares de las noticias dispara el interés del público por la actualidad del Mallorca. Abdón juega con pasión, mejora cuando lo hace el estado de ánimo del equipo y se diluye en la zozobra. Jamás descubrirán su talento en las estadísticas ni tampoco en los mapas de calor que analizan el despliegue táctico y físico del equipo. Pero hagan la prueba. Pregunten a sus hijos qué delantero son cuando juegan al fútbol con sus amigos y se imaginan, en cada disparo o regate, en un partido de verdad del Mallorca.
Hay además otros factores en el delantero de Artà que también influyen en el interés por su persona y en el cariño que le profesa la afición: su naturalidad en público, en un tiempo en que los futbolistas parecen extraterrestres, su mallorquinismo de cuna, su paso por la cantera y un pedigrí rojillo que le une al portero Toni Prats, su tío, y también al mito de Héctor Cúper, padre de su pareja. El jueves por la noche, rebelándose contra su propia irregularidad, se convirtió por un segundo en Ronaldinho, en Van Basten o en Hugo Sánchez. Elijan ustedes. Quién sabe ahora el tiempo que transcurrirá en volver aparecer Abdón sobre el campo. Pero cuando escuchen de nuevo que sale titular, no pierdan detalle.