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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Gestos y gestos

Hay gestos decepcionantes, admirables y anhelados. Uno tiene que ver con el agente literario de Louise Glück y otro con un ciudadano anónimo. El último, con las pruebas PCR.

Me gustan las películas que acaban bien. Dos personas se enamoran, superan algún problemilla, son felices y comen perdices. Los malos acaban en la cárcel, las familias se reconcilian, los cohetes llegan a la Luna, las amistades verdaderas son irrompibles y los amores imposibles acaban siendo posibles. Bravo por los finales felices. Por eso, la historia entre la Premio Nobel de Literatura, Lousie Glück, y la editorial Pre-Textos me ha dejado un sabor agridulce.

Hace años, la autora admiró una publicación del también poeta Mark Strand y se interesó por su editor, Pre-Textos. Una editorial que, en los últimos 45 años, ha defendido la calidad literaria por encima del marketing. Desde entonces, Pre-Textos ha publicado siete libros de Louise Glück y no ha amortizado ni uno. Hay que reconocer que la poesía es minoritaria y que la recién galardonada no era, no es, conocida por el gran público. Y ahora, momento en que podrían tener su final feliz, el agente literario de la autora les ha conminado a dejar de vender su obra, mientras busca otra editorial. Los responsables de Pre-Textos han escrito a la poeta y le han explicado su versión, pero de momento, la callada por respuesta. En mi mundo de ponis y de Robin Hood, ella habría obligado a su agente a pedir disculpas cantando, a enviarles flores y a mejorar las condiciones de su contrato. ¿Dónde estás, justicia poética?

Hace semanas, la casa en donde vivían una persona con una ligera necesidad de apoyo y su madre ardió. Y desapareció. Ni muebles, ni ropa, ni fotos, libros o recuerdos. Solo cenizas. El seguro les facilitó un alojamiento y, un día, una persona conocida del chico llegó a la casa cargado con varias bolsas de ropa y enseres que consideraba necesarios. No son amigos, pero el chico con esa ligera necesidad de apoyo trabaja en una empresa y ese hombre es cliente de esa empresa. En cuanto supo lo que había sucedido, lo organizó todo y, sin decir nada a nadie, se plantó en casa de la familia para echar una mano. Hay gestos y grandes gestos.

Como, también, hay contrastes, paso de romanticismos a la cruda realidad: las pruebas PCR. Según informaciones, el precio real de los test es de 15€, aproximadamente. Sin embargo, si queremos hacernos la prueba en un hospital privado y recibir los resultados en veinticuatro horas, deberemos prepararnos para apoquinar entre 118€ y 130€. Si los necesitamos antes de siete horas, el precio se encarece aún más y llega a los 145€. Bendita sanidad pública. Me pregunto si no sería un gesto muy de agradecer que el coste de unas pruebas que deberían hacerse masiva y periódicamente, fuera asequible y asumible por la mayoría de bolsillos. Así, ejerceríamos de personas responsables y, antes de ir a ver a nuestros abuelos, de quedar con amigos, de ir a una reunión, a dar una clase, o a comer a un restaurante, podríamos asegurarnos de que estamos sanos y contribuir a la salud pública.

Hay gestos que decepcionan, como la del agente literario de Louise Glück, gestos que se admiran, como el de la generosidad del señor y sus bolsas, y gestos anhelados, como poder hacerse las PCR que a una le dé la gana y a precios razonables.

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