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Miquel Àngel Lladó Ribas

25N: que no caigan nunca en el olvido

No hace mucho repasaba la nómina de mujeres asesinadas en las Balears desde el 1 de enero de 2003, fecha en la que se comenzaron a contabilizar como tal las víctimas de la violencia machista. Son 39 en total, incluyendo los tres casos acaecidos hasta ahora en los que llevamos de año, dos de ellos en apenas un intervalo de quince días. Una cifra escalofriante, sin duda. Me pregunto qué pasaría si en vez de mujeres fueran jueces, empresarios o policías. Creo que la conciencia alrededor de esos crímenes ha crecido, pero aún así no puedo dejar de tener la sensación de que buena parte de la sociedad acepta esas muertes como algo inevitable, una cuota de dolor y misoginia a la que no nos queda más remedio que acostumbrarnos.

Leí y releí esos nombres, una y otra vez: Maria Josefa Rodríguez, Olimpia Ketty, Juana María Rabassa, Nuria Oriol, Margalida Perelló, Lucia Patrascu, Xue Sandra Saura, Sacramento Roca, Habibe Ismail, Remedios Cortés... Personas de distinta procedencia y nacionalidad con un denominador común: todas eran mujeres. Fueron asesinadas simple y llanamente por ese hecho, a menudo de una forma tan horrible como repugnante.

Sus parejas, maridos o compañeros ocasionales las querían sumisas y obedientes a toda costa. No toleraron que ejercieran algo tan elemental como la libertad, ya fuera en el terreno emocional, laboral o social. Les negaron cualquier derecho incluido el más sagrado de todos ellos, el derecho a la vida. Son nuevas mártires y debemos recordar sus nombres y su memoria siempre que haga falta, a fin de desenmascarar de una vez por todas al machismo asesino. Ese ante el cual nos mostramos complacientes aún con relativa frecuencia, y que se manifiesta sutilmente en forma de chistes o comentarios denigrantes en tertulias de amigos y redes sociales.

Casi 40 mujeres muertas. Y 1.074 si trasladamos la cifra al ámbito del Estado Español. Un espanto, se mire por donde se mire. Este nuevo 25N debería servir entre otras cosas para tenerlas presentes, vivas en nuestra memoria y paradigma de lo que nunca, bajo ningún concepto, debería suceder.

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