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Jose Jaume

Vox, Bildu: pactando obscenamente con el diablo

Bildu nunca se desmarcará éticamente de los casi mil asesinatos perpetrados por ETA; tampoco Vox enunciará condena firme de los cientos de miles cometidos por la dictadura franquista

Recabar o aceptar graciosamente los apoyos de Bildu (coalición en la que habita Batasuna) es deplorable, hasta si se quiere nauseabundo: soslayar la condena sin ambages de los asesinatos ejecutados por el terrorismo de ETA no tiene pase. Esteriliza a Bildu para ser actor del juego político en igualdad de condiciones con los demás. Bildu asquea. Es, tengámoslo presente, quien más respaldos electorales concita en Vasconia después del PNV, que, como siempre, está más allá del bien y del mal. Bildu obtiene representación en el Parlamento vasco que cuadriplica la que se adjudica la liliputiense coalición de PP y Ciudadanos. Son cosas de la democracia, del sacrosanto principio liberal de una persona un voto.

El PP truena cuando los cinco  diputados batasunos que se sientan en los escaños del Congreso de los Diputados ofrecen apoyo al PSOE para que se aprueben con holgura los Presupuestos Generales del Estado. Dejemos de lado los vergonzantes pactos que en Vitoria también estableció con ellos su alcalde, el hoy arisco senador Maroto, portavoz del PP. Olvidemos los acercamientos que Aznar hizo hacia el mundo etarra. Consideremos, por encima de cualquier otra consideración, que la razón ética debería aislar a Bildu hasta que pronuncie el perdón que niega a las víctimas. Esa es la fundamental razón ética que en política casi nunca existe. El PSOE pacta con Bildu. ¿Y qué? Es una coalición legal. Tiene cinco diputados. Dejaron pasar la investidura de Pedro Sánchez. Les producirán arcadas a los vetustos socialistas. Permitirá al demagogo Iglesias sus habituales malas representaciones. Son votos válidos. La democracia parlamentaria es eso, exactamente eso: todos los votos valen lo mismo.

PP y Ciudadanos han pactado con Vox en Madrid y Andalucía. Han aceptado el concurso de la extrema derecha para gobernar. Ha sido la izquierda la que ha invocado hipócritamente la razón ética para oponerse. Atendamos también aquí a las circunstancias: sucede que el partido que lidera Santiago Abascal es la tercera fuerza parlamentaria en España. Después de PSOE y PP es la que más votos recaba en el electorado. Son unos cuatro millones los españoles que han sufragado por sus candidatos. Son, al igual que los cinco de Bildu, diputados, una cincuentena, legales. Sus escaños valen los mismo que los de las otras bancadas. En Madrid y Andalucía dan mayorías. Vox nunca ha condenado, jamás lo hará, los crímenes del franquismo. Al menos tan abyectos como los de ETA. Al menos, porque legítimamente hay quienes consideramos que los crímenes de Estado son infinitamente peores. Vox no ha condenado, no condenará la dictadura del general Franco. Rechaza que se exhumen las fosas en las que miles de personas se pudren en las cunetas de las Españas.

Vox puede presumir de ser más coherente que Mariano Rajoy, al alardear de haber dejado sin financiación a quienes buscaban a las víctimas. Mucho más que Rafael Hernando cuando dijo que solo se acordaban de ellas cuando había unas subvención de la que echar mano y por supuesto menos fatuos que Pablo Casado al desempolvar la memoria de su abuelo republicano para acto seguido sepultarlo guardado bajo siete llaves.

Los votos de Vox son válidos, por ellos gobierna el PP la ciudad y las comunidades de Madrid y Andalucía, además de no pocas capitales, algunas tan importantes como Zaragoza. Para el PP es aceptable el concurso de Vox, inaceptable el de Bildu. Para el PSOE, para la izquierda, con Bildu se puede pactar, no es posible hacerlo con la extrema derecha representada por Vox. Tengamos claro por dónde discurren unos y otros. Démonos cuenta de cuáles son los fundamentos de la democracia parlamentaria liberal, la única que posee legitimidad para recabar tan envidiada denominación, simplemente por ser la válida.

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