Hasta donde yo sé, no existe paradigma serio ni evidencia científica alguna que corrobore la afirmación que, con tanta vehemencia como inverosimilitud, ha lanzado la máxima responsable del área de Igualdad en el Ayuntamiento de Palma. Al respecto, puedo admitir que ser propietario de un pene pequeño llegue a ser causa de frustración, y que una manera insana de conjurarla haya sido y será para algunos esgrimir la violencia en cualquiera de sus formas, pero entre eso y lo que asegura Sonia Vivas con tanta contundencia media un abismo.

Bastante desgracia tienen los aludidos, como para que encima les cuelguen un sambenito a todas luces infame. El movimiento feminista, reconociendo el desbarre de la regidora, no ha tardado en desmarcarse de tales declaraciones. Es más, ni el hembrismo, esa línea de pensamiento asentada en buena parte sobre una base discriminatoria y prejudicial que solemos asociar con la exacerbación del feminismo, ha dejado de mostrar cierta cautela con esas afirmaciones.

La crónica del dislate ha prendido como la pólvora, recorriendo medios informativos de todo tipo y condición, y siempre o casi siempre en clave de humor. La declaración de Vivas, siento decirlo, se prestaba y de qué manera a ello. Sin duda, no ha sido una buena idea erigirse, en un mundo dominado por el sexo masculino y que no sabe ni quiere leer entre líneas, acreedora de los vilipendiados por razón de género. Francamente, no sé quién me suscita más congoja. Acostumbrada a recibir varapalos por sus cáusticas declaraciones, dudo mucho que las últimas críticas la hagan retroceder. Sonia es de esas personas que no se achantan por nada. Una mujer que, con las armas de que dispone, se defiende hasta el final y caiga quien caiga. A saber cuál habrá sido el último exabrupto recibido por la política municipal para que haya reaccionado de esa manera, pero en su situación podríamos esperar cualquier cosa. No sería la primera vez -su amarga experiencia en el seno del cuerpo de policía municipal de Palma lo refrenda- que alguien echa mano de conjuros para sacarla de quicio; que, visto lo visto, tampoco es tan difícil.

No sé qué pensará la formación política de la que forma parte activa, pero en mi opinión el mutismo que ha suscitado en sus filas sólo puede responder a la prudencia. Pues hasta ahora, que yo sepa, nadie ha salido a la palestra para defenderla de las infames invectivas de la oposición. Y es que hay cosas que no se pueden decir a la ligera, por mucha animadversión que se sienta hacia el sexo opuesto.