El pulpo, como España, está constituido por regiones autónomas: las de sus ocho brazos (nueve, si contamos la cabeza). Cada uno de los brazos actúa por su cuenta a la vez que en coordinación con el resto. Este es uno de los misterios de ese animal capaz de producir, en palabras de Peter Godfrey-Smith, un «excedente mental». Veamos: ¿se puede ser completamente libre y estar subordinado al mismo tiempo a los intereses de una entidad superior? Los tentáculos del pulpo demuestran que sí. Pero quizá nuestros dedos también. De hecho, los míos ejecutan por su cuenta acciones que implican determinado grado de independencia. Cuando acudo al cajero automático, por poner un ejemplo, son ellos los que guardan memoria de la clave secreta. Si a mí se me ocurre recordarla, se hacen un lío y ponen el número que no es.
