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Camilo José Cela Conde

República errante

Con Trump a un paso de volver a ganar las elecciones y sin la alternativa de echarnos al monte, el surrealismo es la única salida viable para poder seguir ejerciendo de ciudadanos

Que Donald Trump esté a un paso de volver a ganar las elecciones en Estados Unidos es razón suficiente para apuntarse al surrealismo como única salida viable para poder seguir ejerciendo de ciudadano. Tirarse al monte habría sido otra opción pero, con eso del confinamiento perimetral, domiciliario o del tipo que vayan discurriendo nuestras autoridades (Trump II, en el fondo), huir se vuelve difícil. Se entiende, pues, que hace unos días un conductor exhibiese ante la guardia civil que lo había parado un permiso y un pasaporte de la República Errante Menda Lerenda, a cuyo cuerpo diplomático aseguraba pertenecer.

La noticia se ha difundido en clave de humor cuando se trata de una de las muestras de sabiduría más sorprendente en tiempos de pandemia y confusión total. Qué detalle el de optar por una república en vez de proclamar la condición de súbdito de un monarca. Desde la Edad Media, el poder descansaba en reyes, duques, califas, chambelanes, emperadores o caudillos, obviando el ejemplo que había dado la Roma republicana. Hubo que esperar a las grandes revoluciones —americana, francesa— para recuperar esa res publica, así que el caballero de los papeles con sello de Menda Lerenda no hacía sino exhibir su apuesta por el futuro. Porque él no se había inventado tal cosa; bien el contrario. La República Errante Menda Lerenda (REML) se proclamó en 1999 y cuenta con una página web en la que declara haber sido aceptada como Estado por la Comunidad Europea. Pero la verdadera visión futurista es la de que la REML fundamenta su existencia en la soberanía individual. Cada individuo que opte por reconocerse y declararse como república independiente en sí mismo se constituye a la vez en población, territorio, gobierno y entidad soberana que puede entrar en relaciones con cualquier otro Estado. Pero lo más exquisito de todo es que, salvo en el caso de quienes opten por la condición de eremita sedente —en lo alto de un árbol, por ejemplo—, cada república Menda Lerenda es errante en la medida que su ciudadano constituyente se va desplazando, cosa que evita no pocos sinsabores respecto de la disputa por las fronteras que ha llevado a tantos conflictos bélicos. ¿Qué alguien te empuja? Pues se le deja sitio, y se acabó.

El conductor de Avilés que sacó sus papeles de mendalenderiano había obtenido de la página web de REML el documento que acredita al portador como diplomático de sí mismo en países extranjeros, es decir, frente a cualquier otro individuo o institución. Parece que las autoridades de tráfico no se lo tomaron en serio pero es ése el destino de cualquier pionero y de todas las naciones emergentes. No pasa nada: el lema de la REML reza el latinajo de Fortitudine vincimus: resistiendo, ganamos. Resistir, con Trump y el virus al acecho, es la única esperanza que nos queda por delante.

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