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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Innovación en los sobresueldos

El gran cisma de la semana se debe a la negativa de Podemos a consentir que sus cargos digitados fichados fuera de las islas dejen de cobrar un plus que cuestiona incluso la Oficina Anticorrupción

Innovación en los sobresueldos Ilustración de Elisa Martínez

Es muy revelador que en un momento trascendente como la discusión de los presupuestos de la ruina pandémica ellos se peleen, o tensen el Pacto, como se suele decir, por sus emolumentos. Por los emolumentos de los suyos, mejor dicho. Fue un escándalo cuando este diario contó hace un año que altos cargos del Govern de Podemos fichados en la península cobraban un plus de vivienda de 22.000 euros anuales que no tenían que justificar. No pasó nada, época de vacas gordas, y el tsunami del virus desvió las miradas. En las nuevas cuentas públicas se ha suprimido la partida, salvo para los políticos y digitados procedentes de las otras islas para salvaguardar su representatividad, y los morados amenazan con plantarse en la votación presupuestaria. Qué gallardía los herederos del 15M. Es lo que está esperando el pueblo en época de vacas flacas. Que los asesores sigan percibiendo sus sueldos íntegros, sus pluses oscuros y que apoyen la subida del 6 por ciento en el presupuesto de la Casa del Rey. Los ertes son para los perdedores. Con cifras de paro astronómicas y los salarios que quedan en pie bajando hasta un 15 por ciento, el plante de Podemos es una muestra del abismo que separa su política de nuestra realidad.

Mención aparte merece la directora general de Innovación, Nuria Riera, una de las perceptoras del famoso sobresueldo, a quien la propia Oficina Anticorrupción del Govern acusa directamente de incumplir el código ético por estar empadronada en Eivissa pese a tener una vivienda en Palma. Me impactó escuchar en la radio a la cargo de confianza de Juan Pedro Yllanes defendiendo compungida su derecho a percibir esos 22.000 euros anuales porque tiene alquilada su casa de Palma por 1.000 euros al mes a una familia «a la que no voy a desahuciar». No deja de ser una muestra de innovación extractiva que le saques un rendimiento mileurista a tu vivienda si consigues que una empresa generosa (los estúpidos contribuyentes) te financie otra, además de pagarte un buen sueldo. Pero mencionar la palabra desahucio el mismo día que en Palma el avance gentrificador expulsaba a los ocupantes de tres pisos de un edificio del centro, y el mismo día en que Stop Desnonaments conseguía algo de oxígeno para una familia que se quedará en la calle en breve con tres hijos... en fin.

En el aciago marzo del coronavirus el presidente de Uruguay se bajó un 20 por ciento el sueldo. El de Ecuador se lo redujo también un 20 por ciento a todo su equipo, incluidos mandos intermedios. El presidente de México cedió una cuarta parte de los salarios de los altos funcionarios, y ocho gobernadores argentinos se recortaron la paga. Los políticos de Singapur cedieron un mes de nómina, y su primer ministro se la bajó 36 puntos. En abril, Podemos pidió una rebaja de la mitad del sueldo de los diputados confinados, propuesta que fue rechazada por el resto de partidos y tildada de «populista» por la ministra socialista Montero. La presidenta de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, bajó su salario y el de todo el gabinete un 20 por ciento durante seis meses. Elogiada por su éxito al afrontar la pandemia y por su empatía, ha barrido en las recientes elecciones de esa isla, hoy más que nunca en nuestras antípodas.

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