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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

El islam, incompatible con la libertad de expresión

Los atentados de Francia y Austria nos dicen que el grave problema sigue agazapado en Europa, que ejercer la libertad de expresión es razón suficiente para que se desate la violencia asesina

Dejemos de lado, si quiera sea un instante, la pandemia; atendamos a lo que es, porque perdura en el tiempo, más letal: el integrismo islámico, el que utiliza la violencia asesina para imponer su desquiciado rigorismo religioso. Atentados, con muertes, en Francia y Austria. ¿Es necesario recordar lo que sucedió en Madrid? ¿Lo ocurrido en París? ¿Lo de Barcelona? La memoria casi siempre es corta, muy corta, pero mejor preservarla. El sátrapa populista que gobierna en Turquía, islamista pretendidamente moderado, Recep Tayyip Erdogán, insulta groseramente al presidente de la República francesa Emmanuel Macron por defender el acervo fundamental de Europa: la libertad de expresión, que posibilita cuestionar, ironizar y zaherir cualquier idea, incluidas las religiosas, y ello atañe al Profeta del Islam o al Dios Hijo de los cristianos. Macron ha dicho que la libertad de expresión está por encima de las religiones. Le honra. Es la gran conquista de la civilización occidental, la que se hace incompatible con la cosmovisión del Islam, que atenaza todas las actividades humanas. En el Islam no hay espacio para la libertad individual como la entendemos en Occidente, única forma de practicarla en plenitud. Las manifestaciones habidas en el mundo musulmán contra Francia y el presidente de su República constatan lo evidente: existe entre el Islam y el Occidente esencialmente laico un abismo infranqueable. Se ha creado porque es el laicismo quien garantiza las libertades. La primacía de la concepción religiosa sobre la sociedad la embrida, impide su desarrollo en plenitud. Tampoco parece necesario recordar lo que acaeció en España en las largas décadas de la dictadura franquista en las que se entronizó el nacionalcatolicismo por el que todavía pugna parte del episcopado patrio.

El Código Penal español recoge en su articulado el delito de la ofensa a los sentimientos religiosos. Es extravagancia autoritaria, vulneración de la libertad de expresión. Algunos jueces y fiscales, vinculados a organizaciones católicas de extrema derecha, utilizan lo que dice el Código Penal para arremeter contra quienes han hecho uso de su libertad incluso para blasfemar, que están en su derecho de hacerlo. Será ofensivo, que lo es, pero no por ello han de ser reprimidos, como no lo puede ser quien haga pública su nauseabunda ideología nazi negando el Holocausto o quien ensalce su admiración por el general Franco, que cierta izquierda tan autoritaria como alguna derecha pretende insensatamente penalizar. El delito de ofensa a los sentimientos religiosos ha de desaparecer del Código Penal; de no hacerlo en cualquier momento habrá algún islamista de los que se niega a que le atienda una mujer médico o de los que exige que los servicios públicos se adecuen a los preceptos de su credo que denuncie en los tribunales cualquier referencia a su religión, como la que aquí se está haciendo, aduciendo lo mismo que condenan los jueces cuando de católicos se trata. Al tiempo, en el mundo islámico seguirán desatándose campañas, auspiciadas por el poder, hoy contra Francia, mañana contra el que ose ejercer lo que en la Unión Europea no es acto audaz sino expresarse libremente.

Mientras la pandemia vuelve a su diario parte de guerra, atendiendo a lo que hoy se sepa de las elecciones en Estados Unidos, Francia y Austria son los dos postreros recordatorios de lo que enfrenta Europa, de lo que tiene dentro de sus fronteras. La Ilustración del siglo XVIII, que alumbró la Revolución Francesa y el posterior establecimiento de los estados liberales, puso a las iglesias cristianas en el lugar que les correspondía. Es España mucho más tarde, sin completar la transformación. Las leyes de la República están por encima de las de cualquier confesión religiosa ha dicho Macron. Vale para el Islam como para el Cristianismo en Francia y en la Unión Europea.

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