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Mar Ferragut

Un gintonic a destiempo

La vida política es como la pandemia: un día las cosas pintan bien y al siguiente un brote o una copa lo eclipsan todo

La vida política, y la vida en general, es como la pandemia. Un día los datos apuntan a una leve mejora, y al siguiente un par de brotes ya te estropean la estadística. Un día sales del Parlament contenta y satisfecha con tu papel en el debate de Política General y al siguiente estalla la polémica al saberse que has estado de copas en un bar de madrugada, jugando con el límite horario que tú misma has establecido. Un gintonic a tiempo puede ser una salvación, uno a destiempo es una maldición. Veremos qué dura la resaca.

Qué pereza tener que perder el tiempo con esto. Aquí hoy queríamos hablar de los millones, la lluvia de millones, que Balears espera de Europa. Y queríamos aplaudir a Josep Castells, diputado de Més per Menorca, quien, lejos de efectismos y frases pensadas ya en clave de titular, ha sido la voz del Parlament que ha lanzado las propuestas más constructivas y los matices más realistas al discurso de Armengol, al recordarle que no basta con que lleguen los dineros: hay que saber canalizarlos. La administración ha de estar preparada para coger ese maná del cielo y darle un buen provecho. No es una advertencia menor: aún late el caso de la Platja de Palma. Teníamos el dinero para una transformación revolucionaria y hemos acabado con una sentencia millonaria.

Difícil pedir sacrificios y a la vez defender que «cada uno tiene derecho a hacer lo que crea oportuno»

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Quizás en el bar, Armengol y su comitiva discutían sobre esto y hablaban sobre proyectos de transición ecológica y modernización digital. Que igual se va a hacer en este local un proyecto piloto y transversal sobre la sostenibilidad del cardamomo partiendo del know-how de la hostelería del centro de Palma y buscando sinergias con el sector primario. Que igual hablamos sin saber. También puede ser que Armengol, pobre mujer, sea humana. Y eso lo podemos entender. Que el primer día que se abrieron los bares ahí estábamos los fieles fichando religiosamente y con un fervor, tras tres meses de contención, que ríete de El Rocío. Pero los ciudadanos, por cansados que estemos de la situación y por fuerte que sea la tentación, ahora tenemos que moderarnos, nos lo dicen todo el día, y limitar nuestras apetencias, modos de evasión y desahogos a los límites establecidos. Armengol no estaba cazando elefantes en Botswana ni ha triplicado un control de alcoholemia en carretera y no hay necesidad de que se vaya a meditar a Lluc como hizo el alcalde de Manlleu en Montserrat tras ser pillado borracho en una discoteca. Pero las llamadas de la presidenta a la responsabilidad de la ciudadanía han caído varios enteros de credibilidad y tendría que plantearse delegar en otra persona el papel de Pepito Grillo. Patricia Gómez parece quedar descartada automáticamente para el puesto después de que ayer, preguntada por la salida nocturna de la presidenta, acabara replicando que «cada uno en su tiempo libre tiene derecho a hacer lo que considere más oportuno». Qué arte hay que tener para soltar eso minutos después de haber estado anunciado nuevas restricciones a la vida social de los ciudadanos.

Lo dicho. Quedémonos con Castells y sus recomendaciones y advertencias. Que es frustrante no sacar adelante un proyecto por falta de dinero, pero peor es tener dinero y no ser capaz (por desidia, negligencia, falta de preparación o recursos) de darle salida con eficiencia. Y ahí tiene lógico corregir algunos sinsentidos del Govern, como que las direcciones generales relacionadas con la innovación estén repartidas en cuatro consellerias diferentes. Habría que invitar al diputado menorquín a un gintonic. Mejor a un ginet.

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