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Bernat Jofre

Liga de Fútbol Profesional: retos, fortalezas y debilidades

La semana pasada se cerró la ventana estival de la Europa futbolística en cuanto a la temporada 2020-2021 se refiere. Lo hizo con una gran incertidumbre: nadie sabe a ciencia cierta que se puedan disputar todas las jornadas tal y como están programadas. Se clausuró la temporada de contrataciones con una certeza: los equipos están teniendo problemas reales de tesorería, traduciéndose en despidos o ERTE para con su masa salarial. Dichos expedientes de regulación están afectando como regla general al equipo de gestión, programa de cantera, técnicos en nómina y ‘scouting’ Afirmar que la supervivencia misma de algunas escuadras podría estar seriamente amenazada si prosigue la ausencia de público en los estadios no es ninguna exageración. De no revertir dicha situación, aquellas sociedades que ya venían con un cierto nivel de apalancamiento –haciendo caso a la propia Hacienda, no son pocas– podrían ver muy comprometida su permanencia en el fútbol profesional.

El espejo de esta precariedad ha sido la actividad de bastantes directores técnicos este verano. A ojos profanos puede haber dado la impresión de que hayan regalado jugadores. No es exactamente así: por parte de muchas propiedades la consigna no ha sido tanto comprar calidad, sino aligerar masa salarial. Las cesiones, intercambios de profesionales y jugadores a coste cero han sido moneda corriente estas últimas semanas. Relativamente pocas adquisiciones, muchas de ellas realizadas a plazos. El objetivo, pasar esta temporada de la mejor manera posible. Los grandes perjudicados, los intermediarios, que han visto aminorar sus ingresos de manera drástica. Los beneficiados, los canteranos de equipos punteros que han visto multiplicadas sus opciones de entrar en el primer equipo.

Esta situación de estrechez económica ha tenido diversas consecuencias. Entre ellas, el ajuste de sueldos en las plantillas profesionales. Especialmente en Segunda División: un buen embaldosador podría estar ganando más que un defensa lateral en Segunda B. Lo que conlleva una fuga de profesionales españoles –como norma general, aquellos que bordean o superan la treintena– al extranjero. Que prefieren salir a una cierta aventura a seguir devaluando su caché en clubes secundarios de las categorías de plata o bronce nacional. Grecia, Portugal, Austria, Suecia y Suiza son los destinos más usuales en Europa. Pero también el Golfo, EE UU, India o China por los atractivos honorarios ofrecidos.

Otro efecto secundario de la austeridad económica vigente es la contratación de profesionales provenientes de ligas exóticas. El nivel de las anteriores aún no es comparable a las competiciones españolas: tanto las defensas como cancerberos en las Superligas india, china, japonesa, kuwaití o qatarí son por norma general endebles. No digamos sus respectivas Segundas. Veremos su rendimiento ante defensas españoles salidos de escuelas de fútbol, por lo general mucho más técnicos a la par que veloces que los zagueros orientales.

Reflejo de todo ello ha sido el balance comparativo entre ligas que el portal ‘Transfermarkt.com’ suele ofrecer después de cada clausura de mercado de fichajes. Por primera vez en muchos años, la Primera División española ha ingresado más que gastado en fichajes. Ello la empieza a relevar como destino de las grandes estrellas. De hecho, la coloca como una competición poco atractiva para el futbolista: figura en cuarto lugar (409,60 millones de euros) en el ránking de fichajes o cesiones. Con el agravante de que tan sólo un club (el Barcelona) protagonizó el 25% de todos los asientos contables. Por el mismo concepto, la Premier inglesa ha movido en el mismo tiempo 1.400,00 millones en la misma divisa. Como dato orientativo, la temporada pasada el gasto en fichajes en la Primera División española ascendió a 1.500 millones de euros por 1.790 millones la máxima competición futbolística inglesa.

Por ello los salarios han devenido más bajos en España que en Inglaterra o Italia. Obvio que los grandes nombres –los que venden camisetas, los que suben los royalties de mercadotecnia o ponen en posición de fuerza a La Liga ante las grandes cadenas de televisión mundiales– se están yendo paulatinamente de las competiciones organizadas por la LFP para ir a jugar a otros campeonatos. Algunos con condiciones fiscales mucho más favorables, caso del Calcio italiano, las ligas chinas o del Golfo. Plazas donde lo proclamado por Johan Cruyff en su día («Los jugadores cobran demasiado, esto se nos va a ir de las manos») no es ningún problema. De hecho, se potencia tal inflación, y no son pocos los casos de jóvenes promesas europeas que prefieren el dólar estadounidense –la Major League Soccer es uno de sus destinos habituales– o el dirham dubaití a la posibilidad de ganar títulos europeos.

Todo este ‘cocktail’ va a poner en un futuro no muy lejano en una posición de debilidad –si no lo está ya– a la LFP frente a las otras ligas europeas como objeto publicitario: no es lo mismo pagar por una Liga con un Mbappé que por otra cuyo máximo exponente (Leo Messi) ya ha dicho que es su último año en ella.

El gran reto de la LFP pasaría por una remodelación completa de sus estructuras de competición. Si el Sars-Cov-II debe pasar algún tiempo entre nosotros, quizás lo más sensato sea potenciar la cantera de una forma más explícita que hasta la fecha, obligando a un mayor concurso de futbolistas sub-23 en las plantillas profesionales. De hecho, no son pocos los que piensan que tanto la Tercera como la Segunda B deberían tener una mayoría de fichas de la citada franja de edad. De paso, sería la única manera de retener talento, absorbiendo los cerca de 2.500 jóvenes que cada año finalizan la temporada de División de Honor Juvenil. La realidad a día de hoy es que bastantes de ellos no encuentran trabajo en España.

El otro gran objetivo es reactivar España como fruta de deseo de los grandes jugadores. Pero ello debería pasar por la reactivación de la ‘Ley Beckham’ o un texto jurídico similar. Ciertamente es un tanto comprometido defender una menor tributación para los grandes asalariados como los futbolistas. Pero su marcha hacia otros lares podría generar más pérdidas en términos macroeconómicos que ganancias tributarias al Estado. Es la eterna teoría del contribuyente con Valor Añadido: ¿mejor que no hayan con el subsiguiente riesgo de pérdida de incentivo o que sí existan y añadan un plus a la comunidad?

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