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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

La pandemia (III): La nueva normalidad

El confinamiento y la desescalada han dejado heridas en nuestro tejido laboral y social que tardarán mucho en cicatrizar

La covid-19 sigue viva y coleando en nuestra comunidad, aunque los índices de contagio y de rebrotes se están estabilizando. Se han tenido que tomar medidas para “contener” la epidemia: confinar perimetralmente determinadas áreas urbanas, aplicar medidas de control en los centros educativos, reforzar los medios técnicos y de personal en la hospitalización y en las UCI, intervenir residencias de personas mayores, habilitar centros de residencia para personas “confinadas” como resultado de las PCR, refuerzos en los centros de salud para evitar saturaciones y retrasos en el tratamiento de enfermos no procedentes de infecciones del virus… Y para evitar contagios es obligatorio llevar mascarilla, se suprime el público en el fútbol, se limita el número de asistentes en bodas y entierros, se cierran los locales de ocio nocturno, los prostíbulos y, además, se prohíbe fumar.

Estas medidas generan, lógicamente, desconcierto y malestar a empresarios y usuarios de esas actividades. Especialmente porque después del confinamiento y del estado de alarma, se nos garantizaba una «nueva normalidad» que implicaba una progresiva disminución del coronavirus y una cierta recuperación de nuestra actividad productiva especialmente la turística. En palabras de Rafael Bengoa, uno de los expertos en salud pública más respetados de España: «Está justificado un exceso sesgo optimista por parte de los ciudadanos porque después de estar encerrados casi cuatro meses es normal querer volver a la normalidad. Pero todos los gobiernos saben que ese sesgo optimista es peligroso en cualquier situación. Deberíamos haber tenido un plan más sólido de desconfinamiento. Todas las comunidades se veían preparadas, pero algunas no lo estaban. Y si sumas eso a un comportamiento ciudadano muy irregular, se crea la tormenta perfecta». Pero la realidad ha sido la consolidación de la pandemia.

El confinamiento y la desescalada han dejado heridas gravísimas en nuestro tejido laboral, empresarial, social que tardarán mucho en cicatrizar. La pandemia está siendo un cataclismo a escala planetaria con miles de muertos y una ruina económica insoportable. Ya estamos inevitablemente inmersos en lo que se ha dado en llamar la «nueva normalidad». La llaman «nueva» para distinguirla del modo de convivencia que existía antes de la llegada de la covid-19. Nuestra convivencia hasta entonces no era precisamente un desiderátum, pero ahora añoramos aquel modo de convivencia, de relaciones interpersonales, de trabajo y de ocio.

Y según Saúl Ares, científico del Centro Nacional de Biotecnología, «mientras el virus esté con nosotros deberíamos tener claras tres cosas: asistencia primaria reforzada a tope todo el tiempo; rastreadores estables y eficaces. Y tercero, aunque la incidencia sea baja, la población debería vivir con las reglas de cierto distanciamiento hasta que esto pase: evitar encuentros en interiores y siempre que sucedan con mascarilla, además de las normas de higiene». La realidad es que nos encontramos inmersos en una crisis sistémica no sólo de naturaleza sanitaria, sino también de índole social, económica, medioambiental, educativa, cultural y un largo etcétera. Tales realidades han creado un clímax de desconfianza, de inseguridad frente a las prohibiciones, las normas, y las instituciones… Véase como ejemplo el deplorable espectáculo en la Comunidad de Madrid liderado por su presidenta.

Después del crack de la temporada alta, ahora nos toca hacer frente a la dura “temporada baja”

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El ámbito socioeconómico ocupa y preocupa. Después del crack de la temporada alta, ahora nos toca hacer frente a la dura “temporada baja”. Con el objetivo de salvaguardar el tejido empresarial y el empleo, el consenso entre el Gobierno de España, organizaciones empresariales y sindicales ha posibilitado la renovación y ampliación de los ERTE, así como apoyos a los fijos discontinuos y a los autónomos. Sin falsos sueños, léase regresar a los índices anteriores a la pandemia, también es necesario comenzar a diseñar una estrategia para recuperar con sus limitaciones una cuota razonable de visitantes para la próxima temporada alta. Sin pasar por alto la necesaria reconversión y diversificación (a corto, medio y largo plazo) de nuestro modelo económico competitivo, sostenido y sostenible a medio y largo plazo.

Concluyo, recordando la catástrofe del incendio de gran parte del Parc Natural de s’Albufera en el norte de Mallorca, acudo a Siri Hustved, Premio Príncipe de Asturias 2019: «Si algo hemos aprendido de la pandemia es que todos somos ciudadanos del mismo planeta y dependemos no sólo unos de otros, sino también de unos frágiles ecosistemas sin los que no podemos sobrevivir como especie». Más claro agua.

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