Diario de Mallorca

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Alex Volney

Soberbios

Haces una reverencia ante la novedad, hueles el interior y giras las páginas. Algunos sugieren hojarasca húmeda y hongos inminentes sobre el manto vegetal que una vez fue cuna de lo que, al final, terminó en un libro. No puedes, para nada, vivir de la mística y el postureo, pero te vas atreviendo cada vez más a ofrecer tus barbaridades a un público que poco discierne entre el cada vez más falso glamour y lo que se está volviendo la industria editorial. Con el cuento este del culto a los libros se van concentrando cada vez más los grandes grupos y va menguando el margen de maniobra de los editores independientes que son realmente los auténticos feligreses del papel impreso. En los noventa intentamos, en el ámbito local, la fundación de un sindicato de libreros y operadores del libro y aunque despertó mucho interés, los cuatro gatos nos quedamos solos. El miedo surcaba los estantes y los mostradores como hoy lo hace el virus cruzando los océanos. Hoy, de forma casi global, la industria del libro sigue estancada en el callejón de las condiciones lamentables de su precariedad y la ambigüedad de convenios en un contexto en el que la mística por el libro tiene su igual en el repentino ecologismo de las compañías eléctricas. El fenómeno es de tal envergadura que la sindicación u organización laboral en el sector es casi inexistente. La patronal hizo de la mística su modus vivendi. Si quieren la prueba del algodón, prueben a micro abierto y pregunten a un mandamás de estos por su última lectura o su más reciente y actual recomendación y luego relájense. El rollito ese de que la condición principal es «el amor por la lectura» es el equivalente a los conocimientos de natación entre la tripulación contratada. Surgió esa tontería del privilegio de estar entre libros cuando es un hecho que en cualquier oficio la solvencia de un profesional siempre va a depender de la vocación y dedicación que tenga el mismo. ¿Alguien conoce algún cirujano sin vocación de poder llegar a encontrarse con una situación algo sangrienta? Lo de la mística o de la patronal beata del libro es la coartada perfecta para poder llegar a explicar la ausencia total de movilizaciones en un sector bastante duro con sus trabajadores. Bajos salarios y haciendo planear su sombra un futuro incierto que se va haciendo crónico con los años y que hoy ante el decorado pandémico ya nos coloca ante la tormenta perfecta.

Los que manejan el cotarro a nivel europeo van virando hacia otros campos. A pesar de no haber superado el cuatro por ciento de cuota de mercado, el libro electrónico recibe la promoción forzada y gratuita en el último Fórum edita de Barcelona, y el señor Rüdiger Wischenbart, que fue director de comunicación, durante cuatro años, de la Feria de Frankfurt, se nos viene arriba asegurando un ascenso y proyectando, de paso, las plataformas más conocidas que dominan el ámbito cinematográfico actual como únicos futuros trampolines a la hora de las venideras adaptaciones. ¿Nos harán creer que todo va a ir en la buena línea de La conjura contra América de David Simons y su fabulosa versión, en la pantalla, de la gran Pastoral americana de Philip Roth? Difícil de creer. Van creando tendencias ante las necesidades de los mismos interesados. Ese gran paso hasta que no lo den los editores independientes forma parte de una manipulación más de los datos con la vieja táctica de la faja con sus trescientos mil ejemplares vendidos antes de salir al mercado. Ganar el partido sin bajar del autocar.

El famoso informe de la revista Jacobin (EE UU) saca como conclusión que esta falsa glamourización , tan teatral como cualquier otro paripé de esta «sociedad líquida», constituye la amenaza más seria, hoy en día, ante la posibilidad de más condiciones mínimamente dignas del librero o profesional del libro, incluso ante la amenaza de la desaparición de lo que aún se conoce como oficio. Piensen que esa marca tan fantástica que hace llegar los paquetes de forma milagrosa hizo quebrar el sector en EUA para dar marcha atrás y, años más tarde, tener que abrir librerías físicas comprobando la volatilidad de su mercado y su imposibilidad de salir de en medio de la provocada cortina de humo. Por cierto, para alimentarla deben quemar el papel pero las hogueras se verían de lejos. Bezos no es D. Roosevelt quemando, de Este a Oeste, todos los graneros repletos de maíz para volver a crear demanda; aunque el humo es gratis, siempre necesitas quien sople las brasas.

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