La existencia de la profesión del Trabajo Social data de, al menos, la Baja Edad Media, atribuyéndose funciones y cometidos relativos a la beneficencia y la caridad. Su evolución histórica y el contexto teórico han transcurrido de la mano del aprendizaje de las diferentes ciencias sociales, hasta llegar a construir la profesión sus propias teorías, bases de conocimiento y métodos, estructurando sus principios y valores que se centran en el conocimiento de las personas, de sus necesidades y dificultades, así como en los efectos que producen ciertas situaciones en las personas.

Lo que siempre ha permanecido intacto a lo largo de los siglos es el compromiso con los derechos humanos, la justicia social y la capacidad de cambio de las personas para enfrentar situaciones y salir de ellas, con el resultado de un crecimiento personal y social.

A pesar de ello, el Trabajo Social ha venido considerándose como una titulación y profesión de «segunda». Aún habiéndose adherido España al nuevo Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), incorporándose como titulación superior equiparada académicamente con el resto de profesiones y carreras universitarias superiores, sigue sin quedar nítidamente claro su carácter y valía académica, científica y metodológica.

El camino por recorrer sigue siendo arduo. Es necesario que la profesión del Trabajo Social y el ámbito en que principalmente interviene (los Servicios Sociales) adquieran la misma o mayor valoración, consideración y respeto que otras profesiones. Concejalías o consellerias autonómicas de Urbanismo, Educación, Empleo, etcétera, suelen tener mucho mayor peso que las relativas al Bienestar Social. Si echamos una mirada atrás podemos observar que la trayectoria de los diferentes ministerios titulares de los servicios sociales no han gozado de una cartera única y siempre han estado asignados a otros considerados de mayor empaque y envergadura: como el ministerio de Trabajo y Servicios Sociales, ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social; o bien fraccionados y desmenuzados en diversas carteras, como ocurre en la actualidad, donde el área de inclusión social se adhiere al ministerio de Seguridad Social y Migraciones (ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones), mientras que el área de Igualdad constituye un ministerio en exclusiva y el resto se aglutinan en el ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, según los caprichos de las fuerzas políticas gobernantes y de las deudas y/o compromisos para ocupar sillones y carteras.

De hecho, es la Dependencia y no el esfuerzo y lucha histórica del Trabajo Social quien sitúa en el mapa a los servicios sociales. No todo el mundo tiene un familiar en situación de exclusión social, o migrante en situación irregular, o con violencia machista, o necesitado de ayudas sociales. Eso es para los marginados. Pero lo que sí tenemos todos son familiares en situación de dependencia, de modo que una de las partes ha engullido al «todo», mientras los servicios sociales se dan a conocer como un apéndice de la Dependencia, cuando precisamente es al contrario.

Durante la gran crisis económica iniciada en el año 2008 y como consecuencia de la misma, gran parte de las áreas municipales, autonómicas y estatales como son Urbanismo, Medio Ambiente, Patrimonio, Obras Públicas, etcétera, vieron considerablemente mermadas su actividad, mientras que la de los Servicios Sociales se vio incrementada a cifras históricas. Hasta tal punto que llegaron a suponer la mitad de todos los cometidos de las administraciones públicas.

También ahora, cuando ante la crisis socio-sanitaria provocada por el Covid-19 los Servicios Sociales han sido equiparados a la Sanidad o a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad como servicios esenciales y, a pesar de haber permanecido trabajando durante el Estado de Alarma y respondido al enorme reto que ello suponía, seguimos siendo los hermanos pequeños, alejados por un abismo de la «gloria y el orgullo » del que son objetos nuestros «hermanos mayores» de Sanidad o de Seguridad.

Tras el período de alarma se han puesto de manifiesto enormes carencias de la población que han supuesto serios problemas para la subsistencia de muchas familias, reto que estamos abordando con carencia de recursos materiales y personales, gracias al esfuerzo de las personas que trabajamos en ellos y con un coste personal considerable por el ingente esfuerzo y desgaste que todo ello supone. Sin embargo, seguimos luchando por la dignidad de nuestra profesión y de nuestras personas usuarias, mendigando los recursos necesarios para poder hacer dignamente nuestro trabajo y sufriendo la eterna marginación a la que se nos viene injustamente sometiendo. Pero con nuestro valioso trabajo diario, reivindicamos la importancia del Trabajo Social.