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Matías Vallés

Armengol abre lo que no se atrevió a cerrar

Un político en Son Gotleu es una imagen más extraña que un turista en Mallorca. Algo raro sucede cuando se apilan presidentas, alcaldes y conselleras en la barriada desfavorecida. El confinamiento de la zona de salud correspondiente no fue anunciado por Francina Armengol según correspondía. Delegó la ejecución en la titular de Sanidad, porque la protección enfermiza de líderes provinciales comporta calcinar a una subordinada para salvaguardar a una líder huidiza.

Las tres semanas de confinamiento han sido otras tantas de ausencia de Armengol, que finalmente abre el barrio que no se atrevió a cerrar. Una presidenta con unas excepcionales dotes de comunicación ha sido confinada por sus edecanes en una hornacina. De tanto criticar a Trump, se olvida que este populista desciende al barro y al barrio en todos los conflictos. A un político no se le puede exigir el acierto, pero sí que dé la cara.

La reapertura del ghetto de son Gotleu resuelve el menor de sus problemas. Al desfigurar la barriada, se propició su reconversión en un foco de la pandemia que ha arruinado el turismo de la comunidad entera. Y conviene ahorrar las monsergas sobre las virtudes de un confinamiento que no ha provocado la mejoría, sino que ha coincidido con ella. Conviene exigir a los políticos la seriedad que no muestran los epidemiólogos.

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