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Dice la noticia que una rata ha sido condecorada en Camboya por haber localizado centenares de minas antipersona, esos artefactos malignos que buscan mutilar a los ciudadanos que apenas tienen nada que ver con las numerosas guerras en las que se ha visto envuelto el país. Cabe recordar que Camboya cuenta con el triste récord del mayor número de mutilados, cerca de 25.000, a los que hay que añadir las 65.000 muertes derivadas de la explosión de las minas desde que cayó el régimen de los Jemeres Rojos –calcular los asesinatos perpetrados durante la dictadura es imposible–. De ahí que la tarea de desactivar las minas que quedan aún enterradas sea una prioridad nacional.

Pero estábamos en lo de la rata, a la que llaman Magawa y cuyo retrato, con la condecoración colgando del cuello, da fe de que no se trata de otra noticia falsa más. Como no tengo ni idea de cuál debe ser la expresión de felicidad o de orgullo de una rata, ignoro cómo le habrán sentado a Magawa los honores. Imagino que ni bien ni mal porque es difícil que los roedores compartan con los humanos el aprecio por las medallas, habida cuenta de la distancia evolutiva que nos separa. Desde luego no ha sido ninguna rata la que ha sembrado Camboya de destrucción. Pero cabe imaginar que el animal entrenado para identificar minas personales y advertir de su localización habría preferido un trozo de queso, por ejemplo, como premio a sus esfuerzos. Otro rasgo distintivo respecto de nuestra especie. Las autoridades, militares y civiles, que lucen el pecho cargado de condecoraciones y medallas seguro que verían mal que se las cambiasen por un triángulo de queso parmesano, y mira que es una verdadera delicia. Cuestión de orgullo más que de necesidad porque seguro que esas mismas autoridades de pechera plurienmedallada devoran queso, caviar y lo que haga falta siempre que les da la gana.

La rata condecorada en Camboya es símbolo de la estupidez de casi todas nuestras honras mundanas

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Sea como fuere, la rata condecorada debería convertirse en el símbolo perfecto de estos tiempos miserables que nos ha tocado vivir. El absurdo nos permite reflexionar sobre la estupidez de casi todas nuestras honras mundanas aunque, bien mirado, lo que tendría que atraer la atención y avivar las ideas es que los regímenes políticos opten por el uso de las minas antipersona como mejor vía de expresión del odio que les merecen sus ciudadanos. Sin necesidad de llegar hasta ese extremo; vivimos sujetos a poderes y autoridades que creen que los ciudadanos somos idiotas e igual están pensando en condecorarnos para ponernos a la altura de los roedores. No necesitan de mina alguna para hacernos llegar su desprecio; basta con ver en qué quedan, hoy por hoy, las tareas de gobierno y qué prioridad tienen, por ejemplo, la lucha contra la pandemia frente a la ley de presupuestos. Vamos que, si pudiese, yo votaría a Magawa.

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