Leer noticias internacionales es muy conveniente para expandir la mente. Funciona a modo de la esencia de la gran película Dune de David Lynch, que tendrá su secuela estas navidades con la nueva adaptación de Denis Villeneuve, que no me voy a perder. Pero por mucho que leas, la realidad siempre supera a la ficción. No necesitamos viajar a Arrakis ni cruzar las puertas de Tannhäuser para flipar. Y vayan estas perlas como ejemplo: un informe publicado el jueves 24 de septiembre por el Grupo de Alto Nivel sobre Responsabilidad, Transparencia e Integridad Financieras Internacionales establecido por las Naciones Unidas y presentado en la sede del organismo en Nueva York, confirma que el blanqueo de dinero de procedencia ilícita iguala el Producto Interior Bruto español (1,37 billones de euros).

Alex Cobham, consejero delegado de la plataforma Tax Justice Network, afirma que ningún país puede establecer un sistema fiscal global por sí solo. Y advierte que la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) ha demostrado ser incapaz. Sostiene lo que muchos venimos afirmando: que necesitamos una convención fiscal de la ONU para crear un sistema fiscal global. Denuncia que los instrumentos internacionales para controlar el rastreo del dinero “padecen falta de coordinación, se solapan entre ellos, entran en conflictos los unos con los otros y dejan huecos abiertos”. La pregunta que debemos hacernos es por qué no se ha hecho nada serio hasta ahora para resolver la situación. Si se persiguiese y se incautase la parte alícuota de esos fondos españoles, tendríamos financiado el Ingreso Mínimo Vital. Por ejemplo.

La siguiente noticia es peor. En un escueto comunicado de la oficina de prensa de la Santa Sede del Vaticano del mismo jueves 24 se nos informa que “el Santo Padre ha aceptado la renuncia del cargo de prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y de los derechos vinculados al cardenalato, presentada por el cardenal Giovanni Angelo Becciu”. Se publica a colación de las investigaciones de la Fiscalía sobre un supuesto caso de corrupción en la compraventa de un edificio en Londres y la gestión del Óbolo de San Pedro, organismo del Vaticano encargado de recoger los fondos que los fieles destinan, teóricamente, a las obras de caridad. El díscolo cardenal se habría gastado unos 200 millones de euros en la compra de este inmueble londinense. Sin comentarios.

El blanqueo de dinero de procedencia ilícita iguala el Producto Interior Bruto español, y suma 1,37 billones de euros

Pero me quedo con la tercera noticia. Es muy cochina, pero desborda los umbrales de mi imaginación: la televisión estatal vietnamita, VTV, informa que la policía entró el pasado 19 de septiembre en una fábrica de la provincia de Binh Duong, cerca de Ho Chi Minh, y confiscó 345 000 condones. Hasta aquí no chirría. Lo particular es que estaban usados y listos para ser empaquetados y revendidos. Pesaban más de 360 kg. Y la dueña de la fábrica confesó que recibía cargamentos usados todos los meses y que antes de empaquetarlos los hervía en agua, los dejaba secar y les daba forma con un palo de madera antes de venderlos a 0,17 dólares por kilo. Muy buen precio. Y todo por el medio ambiente. Un caso de reciclaje muy particular. Lo que no me queda claro es cuánto tiempo se maceraban y si les ponía jabón o algún desinfectante en la lavadora, o sólo les daba un hervor. Tampoco informa si se revenían, ni de si con el agua a cien grados y el posterior empujón con el palo, para recuperar la forma, quedaban indemnes para su ulterior función.

Como pueden concluir, no tenemos que ser tan duros con las cosas que pasan en España. Noticias como estas amplían nuestra perspectiva y nos hacen más indulgentes, más comprensivos, más escépticos. Y mucho más neuróticos.