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El mal de alzhéimer

Qué duda cabe que cualquier enfermedad es mala, pero, yo diría que, quizás, una de las más terribles que un ser humano puede sufrir, es el mal de alzhéimer. Y todo, porque daña lo esencial del individuo: la memoria. Por eso, y prácticamente desde los inicios, algo que te pone los pelos de punta cuando lo piensas es que el paciente está totalmente indefenso y al manejo absoluto de los cuidadores, que, en muchas ocasiones, suelen ser los propios familiares los que van afrontar ese largo, extraordinariamente largo, proceso con toda la carga afectiva, económica y social que supone su cuidado. Por tanto, en el Día mundial del Alzhéimer, que se celebra hoy, un año más, tenemos que reclamar un plan sanitario para atender a esos enfermos durante todo el proceso degenerativo de su demencia. Porque, son los gobernantes los que deben plantearse la imperiosa necesidad de aportar muchísima más ayuda económica. Hay que tener en cuenta que cuidar a un enfermo de estas características supone un desgaste emocional importante, aún para las personas ajenas a él. Por eso, se necesitan excelentes ayudas a domicilio, para los familiares que decidan hacerse cargo de ellos hasta el fin de sus vidas; muchos centros de día, para atenderlos en los inicios de su enfermedad, con personal altamente cualificado, muy paciente, bondadoso y muy bien pagado. También buenas residencias de ancianos, con control exhaustivo por parte de la Administración para asegurarse que están debidamente atendidos. Porque, las noticias referentes a algunos centros, que han saltado a los medios de comunicación desde hace unos meses, han demostrado muchas irregularidades y un gran descontrol. Sin duda, se necesita una gran concienciación social, con el fin de desarrollar programas nacionales que aborden de forma global el cuidado de estas personas a quienes, esa penosa enfermedad, los ha desposeído del tesoro que todos los seres humanos vamos guardando y apilando a lo largo de la vida. Por eso, las personas que manejan el dinero público, deben pensar en estos mayores que ya no tienen voz ni voto, porque han perdido la capacidad de recordar, de discernir, de protestar, de pedir, de amar... Señoras y señores gobernantes, tengan presente que todos somos susceptibles de padecer esta cruel y devastadora enfermedad, oscura, triste y tortuosa, que te deja totalmente desprovista de esa riqueza tan preciada, que se llama memoria.

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