Llámame iluso, sí, en serio. Mírame a la cara y llámame iluso porque eso significará que tengo ganas y más posibilidades de salir adelante. 

De ilusión se vive, sin el también. Sin ilusión, la luz se apaga por dentro y en nuestro interior solo se escucha el eco. En estos tiempos en los que la realidad no está maquillada como en otras ocasiones, en los que tenemos demasiados espejos de incertidumbre y el suelo se mueve más que nunca, debemos poner en modo on el botón de la motivación. La ilusión lo es todo. Es mandar el miedo al rincón de pensar para que reflexione sobre su actitud. Es el motor que te mueve hacia tu meta, tus sueños y objetivos, donde construyes tu felicidad irremediablemente. La ilusión nos eleva un poco sobre el suelo a una altura de centímetros recuperables, los suficientes para que la caída no sea aparatosa. La ilusión nos hace sentir vivos. Nos regala emociones positivas. Salud, al fin y al cabo. 

¿Cuántas cosas te han salido bien en la vida sin ilusión? y ¿Cuántos obstáculos has sido capaz de sortear cuando te invadía esa sensación de que conseguirlo era posible? Con ilusión se puede, sin ilusión te puedes, te vences, te frenas, te anclas, te rindes, te dejas. 

Más allá de las situaciones difíciles e inciertas, que las tenemos, debemos hablarnos al oído para continuar ilusionándonos, con nuevos proyectos, con otras maneras de hacer las cosas, inventando, creando y volviendo a crear. Las posibilidades se multiplican cuando decides que sí. Los ojos se abren como platos cuando buscas la oportunidad y te imaginas lo que puedes llegar a conseguir. Comienza la magia. Las preocupaciones se esfuman porque tu cabeza está en otra cosa, en algo más atractivo y motivador. En tu reto. El deseo y la ilusión no se distraen con los peros, prefieren enfocar a lo lejos. 

No estamos viviendo una situación tranquila, de colchones colocados para caídas improvisadas. Nada de eso. Estamos en el presente más que nunca y ya empezamos a escuchar en las conversaciones cotidianas expresiones como “ya veremos dónde estamos dentro de unas semanas”, porque lo más cierto que tenemos ahora mismo es la incertidumbre, el cambio como nunca antes lo habíamos conocido. 

Y si nada está escrito, ni siquiera nuestras siguientes páginas, es la oportunidad de hacer las cosas de otra manera. El folio en blanco da miedo, pero también recarga adrenalina. Dos caras de la misma moneda, dos maneras de encarar lo nuevo con resultados diferentes. Al final, tú eliges, quedarte en la expectativa o hacer realidad lo que deseas. Cada uno desde su punto de partida y con su mochila de historias puesta. Si eres responsable de una empresa, jubilado, estudiante, o simplemente, persona que camina por la acera de siempre…todos tenemos la opción de imaginar las cosas como nos gustaría que fueran. 

Esta situación es incierta, pero también de oportunidades. Quizá ahora que tenemos la sensación de que nos han restado libertades, en realidad tenemos la posibilidad de crearnos la libertad que necesitamos. Cambia. El cambio no se come a nadie, se come al miedo. Escúchate, busca tu momento de silencio. No permanezcas donde te estás diciendo que no. Imagina. Intenta y haz lo posible. Te lo debes. No acomodes a la duda en el salón de tu casa. Puede que nunca se levante del sofá. Y entonces, las ganas se irán arrinconando, olvidadas, cogiendo polvo entre los muebles. 

La ilusión no sabe de tiempos ni de situaciones. La ilusión arranca y va. Puede ser todo en estos momentos, el todo que necesitamos para ponernos en marcha. La ilusión también se equivoca, es tan humana… pero para eso nos eleva solo un poquito del suelo, para pisar tierra firme si el viento no sopla a favor y toca volver a intentarlo con ilusiones renovadas.

* Psicóloga clínica