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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Sánchez vacuna a Díaz Ayuso

La luz se apagó de repente en un 14-M, que ha dejado de ser la fecha del sorprendente triunfo de Zapatero en 2004 para convertirse en el sábado en que Sánchez clausuró el país entero en 2020. La segunda temporada siempre decae, pero sirve al menos para que el presidente del Gobierno se tome cumplida venganza de su teórico rival. Pablo Casado no se haría ni una foto junto a Isabel Díaz Ayuso, así que Sánchez concede honores de Jefa de Estado a la presidenta provincial de Madrid. Los desposorios transversales no se quedaron cortos en banderas, porque la Villa y Corte es capital de tantas cosas.  

El presidente vacunó a Díaz Ayuso contra las voces conservadoras que desean eliminarla. Sánchez la escuchó tan atentamente como si su interlocutora fuera Margaret Thatcher. El lema subyacente es “yo me lo puedo permitir”, otra exhibición de sangre fría en un primer ministro con 120 diputados y la necesidad de enganchar media docena de carros ajenos si desea que prosperen sus ideas. La nueva pareja de la vida política española está uncida al yugo de la ciudad que habitan, Madrid y cierra España. No importa que media docena de comunidades hubieran recurrido a confinamientos parciales, el drama de los ghettos pandémicos solo aflora cuando golpea a las esencias madrileñas.

Sánchez apadrina a Díaz Ayuso en un dueto romántico, destinado a ocultar que la suma de ineficiencias solo puede alumbrar una ineficiencia superior. Pretenden liquidar el virus a comisiones, y ni siquiera en alusión a las que pagaba Bárcenas. La ceremonia compartida no solo rehabilita a la presidenta sobrepasada por su tarea, porque llegó al cargo creyendo que únicamente exigía vociferar clisés sobre ETA y el independentismo. Al enlazarse en una causa común, tanto monta y monta tanto identifican a los culpables, esos ciudadanos que no están a la altura de sus gobernantes.

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