Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

La pandemia (I): Suma y sigue

Hemos ido entrando paulatinamente en un nuevo período post-moderno donde impera la ideología neoliberal de mercado

Pretendo reflexionar desde una perspectiva sociológica acerca de cómo y cuándo nos afecta la pandemia, considerando que el covid-19 no solo afecta gravemente a nuestra salud personal, familiar y colectiva, sino que además está desmantelando nuestra economía, nuestra cohesión social, nuestro bienestar, nuestra convivencia, nuestras perspectivas de futuro. 

La pandemia llegó en un momento de una división y polarización casi sin precedentes. Llegó tras cuatro décadas de globalización neoliberal, guiada por el mercado, que trajo enormes desigualdades y, también, actitudes hacia el éxito y el fracaso que crearon una profunda división entre ganadores y perdedores. Hemos ido entrando paulatinamente en un nuevo período post-moderno donde impera la ideología neoliberal de mercado. A partir de ese momento comienza a surgir la idea de un Estado muy menguado, pero muy intervencionista; un Estado del que se espera que haga unas funciones absolutamente auxiliares de legalidad, seguridad e infraestructuras. Pero sobre todo se dibuja un Estado que propague la ideología de mercado a todas las instancias sociales: la educación, la sanidad, las relaciones, la identidad, los comportamientos. 

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El boom turístico e inmobiliario propició la creación de empleo, el acceso a ciertas cuotas de bienestar, y el surgimiento de las clases medias que posibilitaban ascensos económicos y de estatus. Nuestro modelo productivo se basa en la actividad turística vacacional y en una oferta fundamentada en nuestros recursos naturales (sol y playa), a precios adecuados, gestionados fundamentalmente por los touroperadores, contando a nuestro favor la conectividad aérea. La máxima actividad se producía, y sigue produciendo, durante los meses veraniegos. La rentabilidad gravita en una máxima ocupación durante la temporada alta, con unos índices máximos de contratación intensiva estacional (y con frecuencia precaria) con una mano de obra de escasa cualificación. Sin duda, sin romper el modelo básico, se han hechos esfuerzos de prolongación de la temporada, así como una cierta diversificación de nuestro producto turístico. Pero seguimos anclados en la estacionalidad.

El ‘crack’ de 2008 de naturaleza financiera se planteó desde Bruselas con una reducción fundamentalmente del gasto social para hacer frente a los déficits de las entidades financieras. Por la “solución” neoliberal de la crisis en el terreno socioeconómico nos encontramos con la precarización del empleo, que cada vez ofrece una menor capacidad de generar itinerarios de inclusión social… posibilitando de este modo un mayor “empobrecimiento de la pobreza” y una puesta en cuestión de los pilares del Estado de Bienestar. En España nos supuso 45.000 millones de euros procedentes de fondos públicos. Las principales víctimas fueron las clases medias. Pérdida de puestos de trabajo, dificultades de toda índole para intentar salvar aquellas pymes, hacer frente a la hipoteca. Las clases medias se disgregan en una nueva segmentación. El segmento medio/alto se asimila al segmento superior y convive con la crisis, la clase media/media clásica (pequeños propietarios, rentistas, etc.) se reduce, la nueva clase media/media entra en un proceso de serias dificultades de toda índole, y el segmento medio/bajo sufre índices de exclusión social y económicas. Una vez saneadas con dineros públicos las entidades financieras, oficialmente tal macrocrisis estaba vencida, pero la realidad es que la “nueva” economía de naturaleza expansiva se reactivó en base a criterios neoliberales, donde priman las multinacionales y los fondos buitre.

Mejor que cualquier crítica ideológica o política ha sido precisamente el caos provocado en Europa por el coronavirus el que está demostrando la inmanente peligrosidad de este proyecto. Para combatir la pandemia, se levantan barreras nacionales, se aísla drásticamente a poblaciones enteras, se desbordan los hospitales cruelmente debilitados estas últimas décadas por la ausencia de inversiones, se agota y sacrifica al personal sanitario. Someter la salud, la educación, la vivienda, los bienes de primera necesidad, a las leyes del mercado. Gobiernos desesperados que toman decisiones desordenadas, el permanente temor de una ciudadanía que espera con incertidumbres su turno.

La crisis de la pandemia nos ha robado el corto plazo, y nos ha puesto sobre la mesa la necesidad de plantearnos nuestro futuro desde otras perspectivas. Parece que las instituciones europeas “comunes” plantean nuevos horizontes desde los fondos europeos de reconstrucción. Continuará.

Compartir el artículo

stats