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El hueso de cerdo para el caldo

A Celia Villalobos se la ha vuelto a recordar gracias a MasterChef, inaugurando, creo, la temporada de celebridades. Por prescripción médica no veo este tipo de cosas, sin embargo me he informado. Dicen que se emocionó y hasta soltó una lágrima. Luego, agradeció a los anfitriones que le hubieran brindado la posibilidad de llorar, a ella una persona a la que en la política no habían hecho más que darle hostias. En fin. Villalobos, en cualquier caso, no debutaba en la cocina. Antes de MasterChef ya se había doctorado gastronómicamente, cuando era ministra de Sanidad, sugiriendo huesos de cerdo para el caldo en aquella triste estación de las vacas locas. 

La enfermedad, decía, era un “problema de salud animal”. Ella acabó siendo un problema de salud pública, y ahora con los años se nos ha puesto emotiva como la propia política que persigue las emociones por encima del derecho y la razón. Ese es el problema, disponer de una clase política cortada toda ella por el patrón de Villalobos, que fue precursora de un estilo que se ha impuesto a derecha y a izquierda. 

Por eso no deja de sorprender que la exministra de Sanidad, ex alcaldesa de Málaga, eterna diputada en el Congreso, confiese ahora, después de más de treinta años sin dedicarse a otra cosa, que llegó un momento en que la política dejó de interesarle. ¿Cuándo, en qué instante agradeció la oportunidad de poder librarse de las cadenas? Coincidirán en que la doña, más allá de cualquier otra conjetura que se pueda extraer, tiene el rostro más duro que el cemento armado. El villalobismo como estilo ha desvestido con su propia simpleza populista y emotiva la propia razón de ser de la política. Uno echa un vistazo alrededor y hay celias villalobo por todos los lados: el hueso de cerdo para el caldo ha impregnado el comistrajo de cada día. Bien mirado, no está mal que se dedique a la cocina.

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