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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

La naturaleza se desmanda

Son ya muchas las voces que denuncian que los infortunios que acosan a la humanidad provienen de la crisis medioambiental cuyo síntoma más evidente y espectacular es la fusión de los hielos árticos por el calentamiento global, que a finales de este siglo puede cambiar la orografía de las costas de todo el mundo, la población y la economía. La destrucción forestal de la Amazonia, tolerada cuando no incentivada por Bolsonaro agrava los temores de que los gobiernos van a ser incapaces de sustraerse al juego de la gallina que nos arrastre a todos hacia el despeñadero. De momento ya sabemos que acuerdos sobre el clima tan trascendentes como el de París, con sus compromisos de rebajar los niveles de CO2, son vulnerados por las grandes potencias en absoluto dispuestas a rebajar sus niveles de crecimiento.

Es en ese escenario de crisis permanente estimulado por la globalización donde a finales de 2019 hace su aparición, en Wuhan, el Sars-Cov-2, al parecer, como resultado de la comercialización de murciélagos en su mercado. El resultado, hasta el momento, más de 27 millones de contagiados y en torno a casi un millón de muertos. En España ya hemos superado los 30.000 muertos oficiales, más de 45.000 reales, pese a las tramposas estadísticas del gobierno. En Madrid se asume la necesidad de confinamiento en barrios enteros. En Balears destacan los contagios (12,5% de los analizados por PCR) y fallecidos en la residencia de ancianos de Sant Joan, mientras el gobierno de Armengol aplica restricciones en Son Gotleu, La Soledat, y hace pocos días, en Arquitecte Bennàssar ante el repunte de contagios. Los centros de salud están colapsados, los teléfonos no responden y crece la inquietud entre quienes creen tener síntomas del coronavirus y también otras muchas afecciones cuyo tratamiento ni siquiera se contempla, mientras sigue la huelga incomprensible de los trabajadores de la EMT. Y a todos los efectos, sea escasez de personal, de equipos de protección, de rastreadores suficientes, todo ello debido tanto a los contagios entre sanitarios como a falta de previsión, el gobierno de Sánchez se desentendió, dejando la patata caliente a las autonomías y sin liderazgo sanitario en todo el territorio, como si las fronteras autonómicas fueran tan poco porosas como el telón de acero. Pues bien, todo el maltraer gubernamental de la pandemia ha sido exonerado por la fiscalía general del Estado dirigida por la exministra Dolores Delgado que, sin figurar, ha desautorizado de un mandoble todas las querellas presentadas contra el gobierno, alguna de las cuales, como la situación de desamparo de los sanitarios sin equipos de protección individual que derivaron en muertos y afecciones de por vida, merecían la consideración de una fiscalía cuyo mandato es la defensa de la legalidad, no la defensa del gobierno, a la que se aplican los abogados del Estado. Ya lo dijo en su momento Sánchez cuando le preguntaron hace un año si la fiscalía estaba al servicio del gobierno, “¿Quién nombra al fiscal general?” “El gobierno”. “Pues eso”.

Todo en Sánchez es cálculo político. Lo eran sus tediosas apariciones semanales durante el confinamiento, en frecuencia de propaganda; lo ha sido su réquiem por un etarra

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Si cada verano los medios no tenían carnaza solía aparecer la llamada serpiente de verano; este año, enredados en el Sars-Cov-2 no ha sido necesario. Una muerte por picadura de pez araña en Cataluña no fue suficiente para vaciar las playas de sus escasos turistas; los naturales del país, que sí han podido disfrutar de un entorno simultáneamente paradisíaco e inquietante por desacostumbrado, han convivido desde siempre con el pez araña en la arena y en la cazuela. Cuando menos lo esperábamos, cuando el verano declina sus últimos calores, han aparecido sus esperados ofidios. Uno ha sido la aparición en Escúzar y Ventas de Huelma, en Granada, de una hermosa pantera negra, según avistamiento de varios vecinos, sin que hasta el momento la Guardia Civil hay conseguido localizarla. En La Vanguardia del miércoles pasado apareció fotografiada sin que pueda asegurarse si se trataba de una pantera. A mí me pareció ver las orejas de un gato negro, eso sí, con un rabo muy largo. Pero las auténticas serpientes han sido cuatro orcas en una ría gallega. Han atacado a diversas embarcaciones, entre ellas una de la armada, destrozando los timones y dejándolas sin gobierno, debiendo ser remolcadas hasta llegar a puerto. Las habíamos visto en los programas de La 2 atacando a plácidas focas que se solazaban al sol en playas del ártico, pero nunca atacando a la armada. Los tiempos cambian y no siempre bien para los humanos. Desde que Juan Carlos I tuvo que abandonar Sanxenxo presionado por Sánchez a través de su propio hijo ya no hay paz en las rías gallegas para los aficionados a la vela.

En España el número de sanitarios contagiados, en torno a los 55.000, es más que la suma de los contagiados en Italia y Francia. Los médicos fallecidos sobrepasan los sesenta. Si el presidente Sánchez sintiera tanto pesar por tanto fallecido entre ejemplares trabajadores públicos que se han enfrentado a la muerte a cara descubierta y sin protección alguna, como dijo en el Congreso haber sentido por un etarra que se suicidó recientemente en la cárcel de Martutene, quizá otra habría sido la gestión de la pandemia. Pero no nos confundamos ni permitamos que Sánchez nos confunda. No me creo el pesar por Igor González saludado por EH Bildu como un gran “paso simbólico” dado por el Estado. El mentiroso Marlaska ha acudido presto a apuntalar las hipócritas reacciones de Sánchez, apelando al humanismo, en un caso, además, sometido a interferencias ajenas a la política. Todo en Sánchez es cálculo político. Lo eran sus tediosas intervenciones semanales durante el confinamiento, siempre en frecuencia de propaganda, lo ha sido su réquiem por un etarra. Lo que busca sin desmayo es apoyo para sus presupuestos, de los separatistas catalanes o de Bildu, para ello aplica sin vacilar su reconocida falta de escrúpulos, como ya se comprobó con su acuerdo nocturno con Bildu sobre la derogación de la reforma laboral. Ahora, jefe de un partido que se define republicano, se ha aliado con Ciudadanos, Vox y un partido delincuente como el PP para impedir que el CIS formule preguntas al ciudadano sobre la monarquía que el presunto jefe de la banda, Rajoy, eliminó en 2015. ¿República? ¿Monarquía? ¡Sánchez!

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