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Jose Jaume

Desde el Siglo XX

José Jaume

Kitchen es corrupción y algo mucho peor

La utilización del aparato policial del Estado para fines perversos por parte del Gobierno no es simple corrupción, que también, sino echar mano de métodos propios de los sistemas dictatoriales

Kitchen llega mucho más lejos que cualquiera de los múltiples casos de corrupción que han dejado aplastada la credibilidad política de las instituciones. Kitchen no es corrupción al uso, enquistada en las Administraciones públicas españolas durante demasiado tiempo, sino que define la perversión que carcome al sistema. Lo degrada de tal forma que lo inutiliza de no darse respuesta radical y fulminante. Porque lo ocurrido con un aparato policial puesto al servicio de los intereses ilegítimos del Gobierno del PP que presidió Mariano Rajoy evidencia que nos hallamos ante lo que es habitual en los autoritarismos, en las dictaduras. A nadie extraña que en la Rusia de Vladimir Putin o en la Venezuela de Nicolás Maduro, la bestia parda de la derecha española, esos métodos sean los habituales, pero en un Estado de la Unión Europea, que presumió de ser democracia avanzada, no hay forma de solventarlo solo apartando a los responsables. Necesariamente tiene que irse mucho más allá, hasta imponerse una refundación de la organización política concernida, del PP, el que fuera partido alfa de las clases medias españolas, que hoy paga con creces haber envilecido el régimen constitucional de 1978. Es tan grave lo que confrontamos que todavía no se puede calibrar hasta dónde nos llevará lo que se perpetró desde el poder para tapar sus miserias. No sirve de nada que el zascandil de Pablo Casado afirme que él era un simple diputado por Avila y que no se siente directamente concernido, además de anunciar que no le temblará el pulso cuando llegue el momento. Lo mismo que en su día dijo María Dolores de Cospedal cuando reventó la Gürtel. Palabras, solo palabras, que nada dicen a nadie y casi no queda nadie que las atienda.

Ni tan siquiera el marasmo sanitario, económico y social desencadenado por la pandemia está consiguiendo ocultar la radical diferencia de Kitchen con todo lo sucedido en décadas de incuria institucional. No hay forma de meter en el mismo infierno de la corrupción eso con todo demás. Kitchen supone el absoluto desprecio a las normas constitucionales fundamentales. Es mortal de necesidad que desde el ministerio del Interior, con presunta (todo presunto hasta sentencia firme) anuencia de la Presidencia y con la participación de la dirección del partido que sustentaba al Gobierno, el PP, se monte y ejecute un dispositivo policial para vigiliar, extorsionar, robar y secuestrar a los poseedores de material incriminatorio contra los dirigentes del Gobierno y el partido. Pablo Casado se defiende declarando que se pone la lupa sobre ese caso y no se le piden responsabilidades a Pedro Sánchez por lo acaecido con Filesa y los Gal. Y tú más es la estrategia del presidente del PP. Cuando dice que no amparará a nadie insistamos que reproduce lo que ya afirmó María Dolores de Cospedal (la que, por cierto, le dio la presidencia del PP) y aquel gran portento que fue Carlos Floriano años atrás, antes de que la Gürtel, matriz de Kitchen, los arrasara. 

Lo de menos es si Kitchen se llevará por delante al PP, si será la causa de la perdición de Casado, lo que tiene no pocas probabilidades de suceder. La comisión de investigación que se creará en el Congreso de los Diputados ha puesto a temblar al presidente del PP. Pide otra comisión para que se estudien las responsabilidades del Gobierno por la pandemia. Ha eso se le llama estado de pánico. Lo que importa es el inmenso deterioro que ha originado en las estructuras del Estado, en sus elementos más fundamentales. Kitchen o deviene en una fenomenal catarsis o acabará por llevarse por delante el entero sistema de partidos políticos españoles. Los precedentes de lo sucedido en Italia conviene tenerlos presentes.

Vienen semanas y meses de los que se denominan de alto voltaje. Puede anticiparse que de mucho más.

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