Clara Bonnín Roca. Palma.

Soy palmesana que desde hace doce años vive y trabaja en Cataluña. Gozo siempre que puedo de mis vacaciones mallorquinas junto a mi familia y amistades. El pasado día 20 de agosto decidí hacer uso del servicio público del TIB para dirigirme desde Palma a Sa Ràpita. 

Llegué a la Estación Intermodal cuya primera impresión me resultó muy agradable con un aire moderno, vistosos paneles informativos, a la altura que Palma se merece. Me dirijo a Información solicito la adquisición del correspondiente tique y me dicen que se cobra en el autobús. Ni máquinas expendedoras ni nada. Esto ya me sorprendió. Siguiendo las informaciones de los paneles me dirijo al andén correspondiente para coger el autocar de la línea 515, con dirección a Sa Rápita. 

La hora señalada como salida era a las 10:30 horas. Cinco minutos antes ya estoy esperando en el andén, pero no aparece ningún autobús. Pasa el tiempo y tampoco sale el previsto para las 11 horas. Me resigno al de las 11:30 horas, que sí llega. Subo, pago el tique al conductor y le pregunto por qué no han salido los autobuses anunciados. Mira los horarios a través de su móvil, acepta que efectivamente están anunciados los horarios que cité, pero no me da explicaciones sobre el motivo del incumplimiento respondiéndome con evasivas. Por fin a las 11:38 horas sale el bus.

Palma es una capital cosmopolita que necesita un transporte público de calidad. Y a los nativos no se nos puede invitar a aparcar nuestro vehículo para acceder a un transporte que es informal en sus horarios. Una experiencia para no repetir. Si es cierto lo de querer cambiar un modelo turístico por otro perfil de visitantes de mayor poder adquisitivo y alejados de prácticas como el botellón, es prioritario adaptar nuestro transporte público a las mínimas exigencias de calidad que imperan en las principales ciudades internacionales. Como ejemplo, me cuesta imaginar un japonés víctima de un caos horario como el relatado. No daría crédito.