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Norberto Alcover

Hacer memoria de la vida

Cumplir años es una moraleja del conjunto de la vida. De manera que cada fecha en que suena el gong de “un año más”, permite contemplar el conjunto ya pasado y proyectarlo, tímidamente, sobre ese misterioso futuro del que casi nada sabemos, a pesar de que repitamos que podemos preverlo todo o casi todo. Pero a lo que voy, la invencible realidad es la lápida que nos aplasta cuanto el cumplimiento anual va más allá del seis y hasta del siete: la historia del pasado aparece como “nuestras cruzadas” y la incógnita del futuro se asemeja a la “llamada de la parca”. Y en el límite entre ambas cualificaciones del vivir propio, estamos en un día cualquiera, tal vez hoy mismo. Lo vemos llegar… hasta que llega de sopetón. Inevitable. Claro está, cuando jóvenes éramos era diferente, muy diferente. Hasta que dejó de serlo. Quizás a Uds. les suceda de forma diferente, pero en mi caso, tal cual. Y entonces, en este momento, me hago preguntas relativas a la “vida moral” y a la “vida ética”, porque no son lo mismo. Aunque nos guste revolcarlas en una misma cazuela.

Durante años me preguntaba por “la moralidad de mis actos”, pero de pronto, comencé a preguntarme por “la eticidad de los mismos”. Y el salto fue casi mortal o, si se quiere, inmortal. Equivocando los conceptos, identificaba la moralidad con una especia de bondad o mandad intrínseca a cuanto hacía y deseaba, pero en un momento dado, y por influencia de mis conversaciones con Adela Cortina en Valencia, comprendí que la moralidad intrínseca de una concreta realidad personal o colectiva, dependía de su eticidad, porque las acciones morales están referidas a los principios razonables que las definen. De ahí, de tal referencia, depende su moralidad o no moralidad, del bien o mal objetivo. Todo lo contrario del “todo vale” que impuso, y sigue imponiendo, el Relativismo que nos inunda desde hace por lo menos tres décadas y algo más. El fruto desconcertante de la Modernidad y Posmodernidad, heredadas del Dogmatismo de la Ilustración: queriendo negar el dogma, nos hemos entregado airadamente al “dogmatismo de lo relativo”, según el cual “todo vale”, como ya hemos escrito, y ahora añadimos “lo quiero todo”. De una visión filosófica a otra pragmática.

Sucede, sin embargo, que, llegamos a este punto (el del comienzo de este artículo), y sumergidos/sumergido en la búsqueda de una ética que sustente mis moralidades, ni todo vale, ni lo quiero todo, ni me sacia el yoísmo tan de moda, ni me sabe bien la relativización subjetiva de cuanto vivo y quiero. Me urge conocer la verdad ética de mi acción moral. Deseo con ferocidad detectar razonablemente por qué vivo y todavía más para qué vivo, porque solamente la respuesta a estas preguntas me proporciona el necesario sentido de futuro. Es decir, me pregunto por la ética del tiempo. Por los principios que sostienen mi vida. Por ser tan ético que necesariamente también sea moral. Cumplir “altos años” o te obliga a interrogaciones como esta o nada significa en el orden existencial.

Y en estos días que vivimos, medio años atrás, las preguntas ético/morales son dos muy agudas: ¿qué sentido tiene la pandemia en nuestras vidas y cómo vivo la situación española desde una narrativa filosófica? Tengo la impresión de que nuestras respuestas son, en el peor sentido del concepto, “moralizantes” pero en absoluto “éticas”. Nos sumergimos en una serie de contradicciones de los mismos hechos (el número de muertos), pero apenas dejamos flotar los principios éticos que nos deciden por una cifra o por otra (las razones de ofrecer una cantidad u otra). Y así en todo. Nos paraliza “lo moral” /actual hasta el punto de que “pasamos de lo ético referencial”. Y, por lo tanto, vaciamos el pasado y destruimos el futuro. Polémicas mil en torno a datos en detrimento de una seria confrontación de razones internas de la realidad. Y es que el buen periodismo, tan en boga el detalle, no se sacia de ofertas de datos morales sino de complementarlas de retos éticos. Informas y opinar. Ir al núcleo de las cosas. Y ahí surgen las relevancias ideológicas, tan diferentes pero que necesitan justificación. Ideologías ofrecidas como “conjunto de principios que sustentas las acciones morales”.

Por ahí camina, desde mi punto de vista, alcanzar “un año más… más allá de los sesenta y setenta”: por interrogarse y solicitar de los demás que también se sientan interrogados, aunque solamente sea por razones de amistad. El tiempo de “nuestras cruzadas” pasó para siempre y, sim hacerse notar, nos acecha el tiempo de “nuestro futuro”. Ahora ya, también en el periodismo de opinión, no basta perderse en los datos morales y es necesario alcanzar “los días éticos”. Que, en mi caso y en el de otros muchos, es “el momento de la fe pura y dura”. Ese momento de la verdad.

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