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Pilar Ruiz Costa

El curso que vivimos peligrosamente

"Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia", Derek Bok

Para cuando se decidió el cierre de colegios el 12 de marzo se registraban 869 nuevos casos de positivos en Covid; se anuncia la apertura, el 27 de agosto, con 9.658.

Pero en mayo reabrimos peluquerías, terrazas y volvió el fútbol -sin público en las gradas, pero a los miles de aficionados no los detiene nadie cuando toca celebrar un gol-. También en mayo volvieron los toros y, con junio, las fallidas discotecas, los bares de copas y las salas de juegos y apuestas y, ya con el fin del estado de alarma y las autonomías recuperando las competencias en sanidad y educación, llegaron los ansiados turistas. Y por último -¿pero no menos importante?- este 27 de agosto tuvo lugar la reunión entre algunos bronceados miembros del Gobierno y las Comunidades Autónomas para abordar lo de la vuelta al cole. «Presencial y segura» según el comunicado. La 'Guía de prevención, higiene y promoción de la salud frente al Covid-19', creada para una vuelta a la escuela «segura, saludable y sostenible» con medidas innovadoras como rebajar la distancia aconsejada entre los alumnos de los dos metros inicialmente barajados por el ejecutivo a 1,5; creación de 'burbujas' o 'grupos estables de convivencia', mascarilla obligatoria a partir de 6 años, higiene de manos y ventilación frecuente. Y dinero: 2.000 de los 16.000 millones del fondo Covid estarán destinados a esas medidas de prevención y contratación de profesorado de refuerzo.

La ONU, que había pedido a todos los países que la reapertura de sus escuelas fuera la prioridad una vez controlada la transmisión local del coronavirus, insiste en recordar que se dan casos graves y muertes en niños. La OMS pide que se cumplan una serie de recomendaciones antes de reabrir colegios, como tener menos de 25 positivos por cada 100.000 habitantes en un periodo de 14 días -en España superamos los 200 con comunidades sobrepasando los 1.000- y, también, que se evite que los abuelos recojan a los niños.

Y el mundo se puso a hacer los deberes: Italia reabre clavando la tasa de 25/100.000 y contratando 100.000 nuevos profesores permanentes y 50.000 temporales y con apoyo psicológico en los centros para tratar el estrés y el temor que sufren los niños.

Dinamarca, con una tasa de 22/100.000, redujo los cursos a grupos de 10-12 alumnos y los parques públicos se reservaron para ser utilizados a la hora del recreo, pero también hoteles, bibliotecas y museos se pusieron a disposición de las escuelas para habilitarlas como clases que, paralelamente, se imparten en línea para aquellos alumnos que prefieran no asistir.

Holanda, con una tasa de 47/100.000, ha optado por reabrir a tiempo parcial, con grupos de la mitad del alumnado que alternan las clases asistidas y a distancia.

Corea del Sur reabrió rotando los alumnos a un tercio de su capacidad, pero aun así, pasaron de su mínima tasa de 1 a 5/100.000, con brotes con más de 200 positivos en colegios, por lo que optaron por cerrar y volver a la enseñanza en línea.

Israel acabó cerrando 240 centros educativos tras detectar 977 infectados que llevaron el virus de la escuela a las casas hasta acabar con 22.520 estudiantes y profesores en cuarentena. Pasaron de una tasa inferior a 3 a 246/100.000-

En España, con nuestros 228/100.000, hemos tenido, además de tiempo, ejemplos más que suficientes para planificar los distintos escenarios e, incluso, hasta de prevenir alguno. Pero, a escasos días de dejar a nuestros niños con una mascarilla a la puerta del colegio, el plan no acaba de parecer un plan, sino más bien la evidencia de que hay quien mira a las escuelas como ese lugar donde dejar los niños mientras los obreros mantienen la maquinaria del consumo en marcha y, si alguna pieza se avería, ya veremos lo que hacemos. Porque, perdonen, pero lo de «Una vuelta a la escuela segura, saludable y sostenible», me parece, sí, un eslogan grandilocuente, pero los eslóganes mejor dejarlos para los anuncios de detergente. En política esperamos mensajes veraces y, si hay crisis sanitaria, mejor acompañarlos de propuestas planificadas y realizables. Que podemos llamarlo 'burbuja' -aunque no haya posibilidad de más distancia entre pupitres-, pero cuando a los niños los recojan en la puerta los abuelos con un paraguas y vuelvan a casa con sus hermanos; o cuando coincidan, aquí o allá, con cualquiera de los otros grupos vulnerables, o con personal sanitario o de residencias, ya se nos ha explotado la burbuja. Y si las alarmantes cifras actuales -las peores de Europa y las décimas mundiales- revelan que esto no es una nueva ola sino un tsunami, ¿qué hacemos? ¿nos reunimos nuevamente?

Que nadie me malinterprete. Por supuesto que creo que es primordial la vuelta de los niños a los colegios. De hecho, ¡es tan importante! que se podría haber priorizado a los turistas, los bingos, las terrazas y hasta los toros. Y ya ven, ¿suspenso? Puede ser? pero línea, salud y olé.

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