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JOrge Dezcallar

A la greña por el gas mediterráneo

La perspectiva de negocio acerca a griegos, egipcios, chipriotas e israelíes, que juntos sueñan con hacer un gasoducto submarino que lleve gas a Europa

El ambiente se está cargando mucho en el Mediterráneo Oriental y la culpa la tienen las ambiciones de los ribereños sobre las enormes bolsas de gas que se descubrieron hace diez años en las aguas de Egipto, Chipre e Israel y que empiezan a dar resultados tangibles.

La perspectiva de negocio acerca a griegos, egipcios, chipriotas e israelíes, que juntos sueñan con hacer un gasoducto submarino que lleve ese gas directamente a Europa, aunque no será fácil que Líbano deje que el procedente de Israel transite por sus aguas. Pero en todo caso Turquía no está de acuerdo. Erdogan, cada vez más seguro de sí mismo y lanzado a una política expansionista en Siria y Libia, no es hombre que vaya a quedarse cruzado de brazos mientras otros se dan un festín y además dejan vacío "su" oleoducto Turkstream que convertiría a su país en paso de las exportaciones hacia Europa, percibiendo por ello buenos réditos. Además está convencido de que Turquía ha sido privada injustamente de aguas que en buena ley debían pertenecerle. Para comprenderlo hay que retrotraerse al Tratado de Versalles que en 1919 puso fin a la Gran Guerra. El Imperio Otomano desapareció, se abolieron la república y el califato, y Mustafá Kemal Ataturk fundó una república laica. En medio de tanta confusión, los británicos maniobraron para que la Grecia de Venizelos se quedara con las islas del Dodecaneso, que están pegadas a la costa turca. Tan pegadas que Castellorizo, por ejemplo, está a sólo una milla. La consecuencia es que los turcos se han quedado prácticamente sin buena parte de sus aguas costeras y se sienten robados, ha habido siempre un irredentismo turco sobre esas islas, los incidentes en su torno han sido siempre frecuentes (en 1996 la guerra con Grecia estuvo a punto de estallar) y ahora suben de tono. Pero suben mucho.

A Turquía también le disgusta que Chipre no acepte la participación en todo este enorme negocio de la denominada República Turca del Norte de Chipre, que ocupa el septentrión de la isla, que ha sido repoblada con colonos y militares turcos, y cuya existencia nadie en el mundo reconoce... salvo la propia Turquía. En consecuencia, en contra de lo que dice la Convención de Derecho del Mar, Ankara ha decidido por su cuenta que las islas no tienen mar territorial (12 millas) ni plataforma continental (200 millas) sobre los que ejercer derechos exclusivos de exploración y explotación. Y ya puestos incluye en el paquete no solo a las pequeñas islas del Dodecaneso sino a la misma Creta, que tiene 8.000 km2 y 700.000 habitantes. Los dictadores desprecian las leyes.

Como parte de su estrategia, Erdogan ha respaldado al Gobierno de Unión Nacional de Libia con una ayuda militar que ha sido decisiva para frenar la ofensiva del mariscal Haftar sobre Trípoli y obligarle a retroceder hasta Sirte, dejando el país partido por la mitad. Al hacerlo Ankara arriesga mucho porque Haftar tiene el apoyo de Egipto, de Emiratos Árabes Unidos, de Rusia y también de Francia, que no es poco. De hecho hace unas semanas se produjo un incidente serio entre un barco turco que llevaba armas a Libia y otro francés que vigilaba el cumplimiento del embargo decretado por las Naciones Unidas. A cambio de su apoyo, Ankara ha conseguido del gobierno de Trípoli un tratado de delimitación de aguas por el que prácticamente Turquía y Libia se reparten todo el Mediterráneo oriental. Y los demás que se fastidien. Para mostrar que va en serio, Ankara ha enviado a la zona un barco de exploración petrolífera, el Aruç Reis, protegido por aviones y buques de guerra.

Italia y Francia, cuyas empresas ENI y TOTAL participan del actual pastel gasístico, detalle importante, han decidido intervenir enviando navíos de guerra para hacer maniobras con buques griegos y chipriotas. Es una situación absurda que puede acabar enfrentando a Grecia y Turquía, que son aliados en la OTAN. Imagino lo que se deben estar divirtiendo los rusos. Para complicar más las cosas, Chipre no está en la OTAN aunque sí en la Unión Europea, a cuya puerta llama Turquía sin éxito desde 1986 y donde todo el mundo sabe que no va a entrar por razones que no se dicen en público pero que son tan reales como su mala relación con Grecia y Chipre, su carácter musulmán militante y el peso que su población le daría en los órganos comunitarios de decisión. La deriva autoritaria e islamizante emprendida por Erdogan desde el intento de golpe de Estado de 2016 tampoco ayuda, como tampoco lo hacen sus crecientes vínculos con Rusia (compra de material militar incompatible con el de la OTAN), con China y con Irán. Pero Ankara tiene un arma poderosa en su relación con Europa que son los tres millones de refugiados sirios que podría empujar hacia nuestras costas. Para que no lo haga la UE le da varios miles de millones de euros y eso explica también que sea el ministro de Asuntos Exteriores alemán (que ya recibió a un millón de refugiados hace un par de años con un coste político muy alto) quién ha viajado a Atenas y Ankara para pedir calma.

Y mientras Francia saca pecho, llama la atención el silencio de EE UU y, especialmente, del Reino Unido que posee dos enormes bases militares en Chipre.

La chispa puede saltar en cualquier momento pues los ánimos están muy exaltados tanto en Grecia como en Turquía, que se llevan fatal desde hace un siglo. Y ahora tienen otro motivo.

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