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Que no se sepa dónde está un ministro ni lo que ha hecho, ni si sigue haciendo algo, es un tanto insólito salvo que nos agarremos al sarcasmo. Han abundado, cierto es, los ministros que han pasado por sus despachos y sus carteras como el rayo de sol pasa por el cristal -sin romperlo ni mancharlo- en el catecismo del padre Ripalda, quien se refería por comparación al nacimiento milagroso de Jesucristo. Pero todos y cada uno de esos ministros inútiles salvo a los efectos de cuadrar la ley de los presupuestos generales del Estado estaban bien localizados: se sentaban en su sillón y, en ocasiones, hasta daban conferencias de prensa de contenido un tanto esquivo.

Pero con el ministro Castells no sucede lo mismo. Fue nombrado, según es de dominio público, para cuadrar el sudoku del gobierno de coalición contentado a los socios del Partido Socialista Obrero Español y a costa de dividir un ministerio, el que ocupaba Pedro Duque, en dos. Así, la gestión de las universidades se separó de la de la ciencia y la innovación aunque, ¡ay!, estando como están todas las competencias de la enseñanza superior transferidas a las comunidades autónomas podría decirse sin faltar a la verdad que el ministerio de Universidades era el gabinete de la nada. Con un centenar largo de funcionarios y en la práctica ningún presupuesto que gestionar, el cargo suponía una mera fachada (otra más). ¿Cabe sorprenderse, pues, de que el ministro de la nada se encuentre ausente?

Alguna razón para la sorpresa habrá cuando el diario pro-Sánchez, el de mayor difusión del reino, ha dedicado un reportaje a preguntarse qué hace y dónde está el ministro, al que llama en el titular "fuera de combate". Lo está a los efectos oficiales en términos médicos porque parece que ha sido sometido a una cirugía pero no es ése el problema —ni la solución— porque lo candente es que el ministro Castells lleva meses desaparecido desde el punto de vista política e incluso desde el personal. Al decir de su valedor, el vicepresidente Iglesias, aseguró antes de la última y única rueda de prensa que ha dado el ministro -en abril- que estaba llevando a cabo un trabajo enorme. Debe ser en circunstancias entre monacales y secretas, a juzgar por el silencio mantenido y el escondite permanente sólo hollado con motivo de las comparecencias parlamentarias.

Todo eso sucede mientras las universidades hacen encaje de bolillos para comenzar un curso imposible. Dicen que, por fin, el ministro aparecerá a través del cristal y a lo mejor hasta lo ha hecho cuando salga esta cuartilla. Allá por el mes de junio el ministerio sacó una guía orientativa sobre medidas de prevención e higiene, quizá por aquello de atribuirse otra competencia de la que carece. Venía a decir que cada universidad haría bien haciendo de su capa un sayo, aunque con mucho cálculo técnico por medio. Y sugería que éstas, las universidades, hiciesen públicas las medidas que cada una de ellas adoptase. Quedaba excluida la de llamar al ministerio preguntando algo.

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