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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Pedro Sánchez blanco o negro sigue impertérrito

El presidente del Gobierno basa su actuación en un principio inamovible: sobrevivir, fundamental aspiración de todo político. Sánchez lo va logrando con inopinada pericia

Al presidente del Gobierno hay que concederle que sabe bandearse sobre el abismo con frialdad y determinación. Seguro que se debe a que ha sido ya un hombre desahuciado, enviado por los suyos a los infiernos, arrojado por la ventana, dado por muerto. Sobrevivir a la carnicería que se perpetró contra él en el PSOE se daba por imposible. Lo logró. Al regresar ejecutó fría venganza, sin contemplaciones ni condescendencias. No extraña que después de lo vivido asista impávido desde Moncloa al fenomenal zarandeo al que España está siendo sometida. Se permite modificar sus opiniones cada 24 horas. El mismo día es uno y su contrario; resulta chocante que una clara mayoría del electorado (atiéndase a los sondeos solventes, que no son todos los que se publican) se lo acepte. El hierático, escasamente empático y poco hábil en locuacidad jefe del Ejecutivo parece tenerle cogida la medida a la entera oposición permitiéndose incluso marcarle la pauta a la jefatura del Estado, a la Corona, que malvive en horas bajas por un cúmulo de inacabables torpezas. Ahora Pedro Sánchez se las va a ver con peliaguda empresa: que el Congreso de los Diputados le apruebe los Presupuestos Generales del Estado, los primeros de su mandato, pues siguen vigentes, cansinamente prorrogados, los últimos de la era Rajoy, aquellos que precedieron a su fulminante defenestración vía inopinada moción de censura.

Los prolegómenos son los propios de los tiempos que corren: Pablo Casado, que ve aproximarse el momento en el que los suyos le dirán hasta aquí hemos llegado (el presidente del PP es una perfecta máquina de perder elecciones) niega su respaldo, de hecho no lo concede para nada. En eso sigue la tradición de la derecha: que se hunda España, ya vendremos nosotros a levantarla. Sucede que la derecha llega hecha unos zorros, dividida, sin proyecto viable. Los independentistas catalanes, Esquerra Republicana, a la que la querencia por echarse al monte cuando más necesaria resulta su colaboración siempre acaba por esterilizar, se da por descartada. Queda el pactista por antonomasia, el nacionalismo vasco del PNV, siempre inteligente, el que desespera a la recia derecha castellana, y parece que Ciudadanos, que paulatinamente se libera de las ataduras impuestas por la calamidad que atiende por Albert Rivera.

Hay campo para el juego y posterior acuerdo, porque a Pedro Sánchez lo que no le preocupan son los ridículos aspavientos de su socio de gobierno. Podemos no romperá nada, no vetará a nadie sencillamente porque no posee la fuerza necesaria para hacerlo; lo que es más trascendente: sabe que si sale de la coalición obligando a ir a elecciones a Sánchez, que está por saberse si las convocaría, de Pablo Iglesias quedaría un rescoldo. Tanto ha apostado por estar en el Ejecutivo que su enfeudamiento al líder del PSOE es absoluto. Sánchez necesita a Iglesias para obtener una mínima estabilidad; Iglesias requiere de Sánchez para no desvanecerse. De ahí que las contorsiones de los de Podemos se consideren como merecen, poca cosa.

Anticipemos que habrá Presupuestos, que las Cuentas del Estado serán aprobadas por las Cortes, requisito imprescindible para que lleguen las decenas de miles de millones de Europa. Pedro Sánchez tendrá los Presupuestos de reconstrucción que insistentemente reclama. Podrá seguir haciendo escenificaciones como la del lunes en la Casa de América de Madrid. Mientras tanto se sucederán los entremeses que la representación en curso tiene dispuestos. El primero, si no hay cambios, será el de la moción de censura de Vox, la que acabará con Pablo Casado empitonado. Una moción de censura de la derecha contra la otra derecha. La casa común de la derecha, la que llaman de centro derecha, el PP de siempre, no es apetecible para los hermanos separados.

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