Balears finaliza agosto con el peor de los escenarios posibles en la crisis sanitaria que estamos viviendo. La propagación de la covid-19 está disparada, con récords de más de 900 casos notificados en un día, y la esperanza de salvar mínimamente la temporada turística se ha desvanecido. Un fracaso en toda regla. Ante esta situación, el Govern se ha visto obligado a endurecer de forma drástica las restricciones impuestas tras levantarse el estado de alarma. En la perversa disyuntiva entre economía y salud, ya nadie duda que es la segunda la que prima en esta mal llamada nueva normalidad que ha impuesto el coronavirus.

Agosto acaba en las islas con diez veces más positivos activos que al empezar el mes. El número de hospitalizados se ha multiplicado por cuatro y el de enfermos muy graves, por siete. Es cierto que las cifras están condicionadas por el hecho de que ahora se realizan miles de pruebas de detección del virus que no se realizaban durante los primeros meses y que la mayoría de los positivos son asintomáticos, pero la gente sigue enfermando y muriendo por la covid-19. Los centros de salud de Mallorca están desbordados centros de salud de Mallorca están desbordados y los hospitales emiten señales de alarma sobre su capacidad para hacer frente a esta segunda oleada. Son Espases ya ha cancelado operaciones no urgentes y es previsible, de mantenerse esta tendencia, que el resto de la actividad sanitaria ordinaria también se vea alterada.

Con este panorama, las medidas de la conselleria de Salud que entraron en vigor el viernes, por un periodo inicial de quince días, que restringen las reuniones a diez personas, limitan los aforos de bares y restaurantes y prohíben fumar al aire libre, entre otras restricciones, está plenamente justificada, y ha sido aceptada con resignación por los mallorquines. La presidenta, Francina Armengol, se cuidaba mucho de atribuirles a los ciudadanos la responsabilidad de la expansión de la covid; sin embargo, es conveniente analizar qué ha ocurrido para que, dos meses después de levantado el estado de alarma, Balears haya pasado de una pandemia relativamente controlada hasta finales de junio a una situación de alto riesgo sanitario.

La propagación del virus no ha procedido de la masiva llegada de visitantes extranjeros, según los datos manejados por la administración. La mayoría de los contagios se están produciendo en el ámbito social más cercano. Cabe preguntarse si los ciudadanos de Mallorca hemos adquirido conciencia de la gravedad de la crisis sanitaria y si hemos tomado las suficientes precauciones, de distancia social y uso de mascarilla, para evitarla. Parece que no.

El Govern, una vez recobradas todas sus competencias tras finalizar el estado de alarma, centró sus esfuerzos en activar la economía abriendo las islas al turismo, pero no ha conseguido dar continuidad a la temporada debido al incremento de los contagios y a la alta incidencia del coronavirus, que llevó a Gran Bretaña y Alemania a disuadir a sus ciudadanos de viajar a Balears. ¿Debió el Ejecutivo balear reforzar las medidas y mensajes de prevención sanitaria a nivel local en lugar de volcarse en recuperar el turismo? Parece que sí.

Analizar las decisiones tomadas estos meses (y las que han adoptado otros con mejores resultados) es útil para evaluar las que han de adoptarse en el futuro. La incertidumbre sigue marcando este 2020 siniestro, pero empieza a haber certezas. La responsabilidad individual para prevenir los contagios y la necesidad de que el Govern se vuelque en dotar de recursos a los sistemas de salud pública para el rastreo y aislamiento de contagiados son algunas de ellas. Actuemos, pues, para reforzarlas.