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Miguel Vicents

Messi se independiza

Si será viejo el mundo que Messi ya tiene 33 años", escribió tras el fatídico 2-8 el periodista Juan Esteban Constaín en un delicioso artículo publicado el diario colombiano El Tiempo. En realidad, el largo adiós del argentino empezó a vislumbrarse mucho antes, cuando desaparecieron de su lado Xavi Hernández y Andrés Iniesta tras las temporadas de 2015 y 2018, los dos prodigios con los que firmó ejercicios supersónicos de trigonometría al primer toque, coreografías prodigiosas de 900 pases por partido ejecutadas a tal velocidad que se convertían en inasumibles para cualquier rival. Solo quedaba aplaudir a aquel chico bajito de talento asombroso para el fútbol cuando ponía la guinda a la obra maestra colectiva. Con el balón en los pies Messi detenía el tiempo, decían los cronistas deportivos. Cada domingo de Liga y miércoles de Champions lo extraordinario se hacía cotidiano. Y ni las debacles de Roma, Liverpool y la más reciente de Lisboa permitían vislumbrar con claridad el diagnóstico. Que el salvador del Barcelona de los últimos 16 años de felicidad podría haberse convertido ya en su perdición, que el Barça de Messi había acabado por la inexorable ley del paso del tiempo, como en su día ocurrió con otros equipos prodigiosos como el Real Madrid de las Cinco Copas de Europa, el Brasil del Mundial de 1970, el Ajax de Cruyff o el Milán de Sacchi.

El mismo Messi tampoco es ya desde hace tiempo aquel chico incapaz de hilvanar dos frases. Con los años ha ganado locuacidad, aunque no tanta como para pasar por argentino. Le quedan prácticas. Pero él mismo parece enfermo de la nostalgia colectiva que invade estos días el barcelonismo . Cree que en el Manchester City podrá volver a ganar, sin Xavi, sin Iniesta pero con Pep Guardiola, el entrenador que lo convirtió en el gran dominador del juego. Quiere firmar allí su último vals, un gran campeonato que le ayude a cerrar el círculo y a decir adiós con un triunfo y no con otro fracaso.

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