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Antonio Papell

Pandemia y poder

La pandemia no sólo ha sido, está siendo, un problema sanitario: también es una escenificación política en la que, legítimamente (aunque quizá no a gusto de los ciudadanos/espectadores/víctimas), las fuerzas políticas han pugnado para conseguir extraer de la tragedia la mejor instalación posible. Los términos descarnados en que se ha debatido el estado de alarma muestran claramente que había una lucha por el poder bajo la cobertura de la estrategia más adecuada contra le virus.

Pues bien: aunque no hay elecciones a la vista (salvo las catalanas), todo indica, y las encuestas confirman, que Casado no ha conseguido su objetivo de rentabilizar la crisis en beneficio propio. Sánchez, que ha estado muy presente en el día a día de la gran conmoción, parece haberse consolidado. El ministro de Sanidad, Illa, que se ha dedicado en cuerpo y alma a la coordinación de la respuesta sociosanitaria, se ha convertido en un nuevo y valioso activo del PSC, e incluso el médico y funcionario Fernando Simón, que ha cosechado muchos más elogios que críticas, es hoy un personaje popular, apreciado, bien valorado por la opinión pública. La crítica agraz de Casado durante el periodo centrado en el confinamiento, no le ha atraído apoyos, y seguramente a ello se debe la remodelación de la cúpula, de la que ha desaparecido la persona más correosa, Álvarez de Toledo.

Aun prescindiendo de las previsiones del CIS, las dos encuestas disponibles en agosto confirman esta visión. La encuesta de Simple Lógica, colgada el 19 de agosto, se resume así: "Se mantiene el PSOE como el partido con mayor porcentaje de voto estimado (29,2%), aunque el PP recorta distancias incrementando algo más de un punto su porcentaje (22,9%). Descienden de forma apreciable los porcentajes de voto para Vox (13,5%) y Unidas Podemos (11,4%) y solo una décima el de Ciudadanos (6,3%). Se incrementa más de cinco puntos el porcentaje de aprobación de la actuación de Pedro Sánchez (45,5%). Mejora en menor medida y en distinto grado la aprobación de los demás líderes excepto en el caso de Santiago Abascal, que desciende ligeramente y se sitúa en el 12,2%".

Asimismo según la encuesta de SW Demoscopia (19-21 de agosto), el PSOE se sitúa con un 28,7 %, ligeramente por encima de su último resultado electoral, y podría obtener entre 121 y 126 escaños. El PP baja hasta el 20,2 % y se quedaría con entre 85 y 90 escaños. Vox recortaría distancias, situándose en un 15,9 %, con lo que conseguiría entre 51 y 56 escaños. Unidas Podemos se sitúa con un 11,4 % y repetiría como cuarta fuerza con entre 29 y 32 escaños. Ciudadanos se sitúa en un 9,5 %, varios puntos por encima del resultado del 10-N, y alcanzaría los entre 13 y 17 escaños. Por último, Más País se queda con un 1,2 %.

En resumidas cuentas, la gran pandemia no ha cambiado apenas los equilibrios preexistentes, y el PP no ha resuelto sus dos problemas políticos: la pérdida en apariencia permanente de apoyo social y el surgimiento por su derecha de una extrema derecha que se ha consolidado y que le ha arrancado la capacidad de conseguir mayorías sin ponerse en sus manos. Porque el eclipse de Ciudadanos parece definitivo: no volverá a ser lo que fue, aquel espejismo se ha roto definitivamente.

En estas circunstancias, la pretensión de conseguir que el presidente del Gobierno disuelva las cámaras parece poco productiva. ¿Para qué? ¿Para intentar gobernar con Vox, algo que no sería entendido por Francia ni por Alemania y que nos pondría a la altura de Polonia y Hungría? Y aun esta hipótesis tendría escasa apoyatura porque sigue habiendo en este país una mayoría de centro-izquierda, lo que sugiere que no sería imposible reproducir nuevas mayorías 'frankestein', como llaman a la actual sus adversarios?

Así las cosas, quizá le convendría a Casado tratar de llegar indirectamente un día al poder mediante la gran coalición a la alemana, a menos que esté realmente dispuesto a juntarse con los partidos proscritos que beben en las fuentes de quienes perdieron la segunda guerra mundial.

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