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Necesidad de sentirse aceptado

Ha caído en mis manos cierto libro famoso para dejar de fumar, cosa que no es que haga muy a menudo, pero que no he dejado. Mi cuerpo y mi cabeza se preguntan, que para qué sigo haciéndolo... si la mitad de las veces me digo: ¡mañana no fumo más! Y entonces ahora tú te preguntas, ¿qué tiene que ver esto con el título?

Pues bien, leyendo e interiorizando cada palabra, voy siguiendo las instrucciones y buscando el origen del consumo. Mientras el autor hace diferentes preguntas, yo voy retrocediendo en el tiempo y recordando el momento en el que comencé, reconociendo que me daba asco y ¡encima me mareaba! y las razones que me llevaban a seguir haciéndolo. Saltan en mi recuerdo multitud de preguntas en forma de respuestas: ¿Por tener algo en la mano? ¿Porque lo hacían todos? ¿Por nervios? ¿Para concentrarme? ¿Y por qué continuo? ¿Por hábito? Si soy lo que se suele llamar una 'fumadora social', ¿qué me hace seguir ahí?

Al final caes en la cuenta de que todas las respuestas posibles giran en torno a una necesidad común a cada uno de nosotros, en menor o mayor medida, aunque muchas veces nos la neguemos. La necesidad de aceptación. Quizás no es lo que mantiene una adicción, ¿o sí? Dependerá de cada caso en particular, pero lo que sí es verdad, es que hacemos cosas en nuestro día a día desde esta necesidad. Hábitos que se han convertido en costumbre y que ahora ni nos cuestionamos.

La necesidad de aceptación nace con nosotros y la mantiene nuestro entorno. Por ejemplo, si observamos a los niños vemos un constante comportamiento desde esa necesidad tanto en casa como en la escuela? Y el cómo se les habla o cómo se les trata hará que esa dependencia crezca de forma sana o no. Esa experiencia puede que nos haga más dependientes de los comentarios de los demás y eso forjará nuestra autoestima. La necesidad de ser aceptados se instala en nosotros en menor o mayor medida a partir de ahí, pero si tras esta etapa le sumamos la siguiente, la complicada etapa de la adolescencia, donde pertenecer a un grupo y los comentarios del mismo cobran una importancia exponencial, la cosa se complica.

Más tarde, ya como jóvenes adultos, vamos forjando nuestra vida en función de la sociedad en la que estamos inmersos: estudios superiores, primer trabajo, consecución de metas... Todo ello irá en función de seguir o no perteneciendo a aquello con lo que nos sentimos bien, o a lo que deseamos llegar. Por eso la aceptación o aprobación va de la mano, con cada uno, día a día.

Quizás leamos esto y pensemos que lo tenemos más que superado, ya no somos esos adolescentes ni tenemos esas inseguridades, hemos crecido, madurado, tenemos familia, responsabilidades? "¿Qué necesidad voy a tener yo? Lo que piensen los demás me importa un bledo".

Pero, si quitas todas esas respuestas defensivas, ¿qué ves? Que al final somos seres, en cierta manera, inseguros, no en todo claro, pero sí en algunos aspectos. Que necesitamos reforzar esa situación haciendo cosas que por imitación a nuestro entorno, por hábito o costumbre nos haga sentir que somos parte o que destacamos en nuestro entorno. Desde la ropa que nos ponemos, como la forma en la que nos arreglamos y peinamos, hasta las dietas a las que nos sometemos para estar mejor físicamente. Y eso desde el aspecto físico nos hace sentirnos mejor, más seguros. Nos gusta que nos digan cosas bonitas pero ¿para qué? ¿No nos daba igual lo que pensaban los demás?

Ahora, con la Covid y las normas que nos imponen, si vemos que el de al lado no te saluda con el codo sino que te pregunta si te puede dar un abrazo, ¿tú qué respondes? ¿Dudas, no? Salvo que algo te obligue a protegerte de forma intensa, o estés en riesgo, dirás... "¡claro!" La base de ese pensamiento es realmente la aceptación, el hecho de no sentirte diferente, el de no ser un gilipollas... ni la tonta del momento, porque quieres gustar y que te aprueben.

Y ¿cómo se solucionan estas situaciones? Habrán muchas que seguirán siendo parte de nosotros, tampoco afectan de manera negativa y nos hacen sentir bien así que no suponen un problema. ¿Cuándo debemos poner remedio? Cuando la necesidad de sentirse aceptado supedite nuestras decisiones y comportamientos en función de la opinión de los demás. Ser complaciente, no saber decir que no, angustiarse ante la opinión de los demás son algunos de los ejemplos. Sí, fumar mata, y además no te gusta, o por lo menos no te gustaba, comenzaste desde una necesidad de aceptación en una etapa delicada, pero jamás te lo has replanteado como tal. Por lo que es un claro ejemplo de aquellos casos que remediar.

Al final de nuestra vida y tras muchas experiencias aprendemos lo importante que es ser uno mismo siempre, poder expresar lo que sentimos y hacer lo que creemos respetando y respetándonos. Por eso invito a la reflexión y a no tener que esperar a tener más edad para llegar a ese punto, y darnos cuenta de cuántas cosas o hábitos hacemos o tenemos que nos alejan de nuestro propio Yo.

¿Acaso no somos la persona más importante de nuestra vida?

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