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JOrge Dezcallar

Terremoto en Oriente Medio

Desde ahora hasta las elecciones norteamericanas del próximo 3 de noviembre veremos cosas inesperadas que incluirán conejos sacados "milagrosamente" de la chistera, y eso ocurrirá con más frecuencia cuanto peores sean las perspectivas para el actual ocupante de la Casa Blanca... que en estos momentos no son buenas. El primer conejo ha sido el anuncio de normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), el llamado "Acuerdo Abraham", que es el primer éxito real de la política exterior trumpiana pues se trata del tercer país árabe en setenta años que da el paso de reconocer al Estado de Israel como anteriormente hicieran Egipto y Jordania, que ahora aplauden la decisión de EAU. Desde 1994 ningún otro país árabe se había atrevido a dar ese paso.

A diferencia de la "paz por territorios" que definían anteriores esfuerzos de paz desde Yitzak Rabin y Shimon Peres al rey Fahed de Arabia Saudita, la Conferencia de Madrid o el mismo proceso de Oslo, el Acuerdo Abraham solo ofrece "paz por paz" sin otro compromiso por parte de Israel que el de aplazar la anexión del 30% de la Cisjordania palestina ocupada que le ofrecía Donald Trump. Un exultante Benjamin Netanyahu anunció la decisión como el inicio de "una nueva era (en la relación) con el mundo árabe" y dejó claro que no renuncia a esa anexión en el futuro, tras haberle cogido gusto a las previas anexiones del Golán sirio y de la mitad árabe de Jerusalén. Bibi ha añadido que "la extensión de soberanía sólo se hará de acuerdo con los Estados Unidos", y tres días más tarde Jared Kushner, yerno de Donald Trump, matizaba que "no nos planteamos dar nuestro consentimiento por algún tiempo". De esta forma ambos respondían a la preocupación expresada por el embajador emiratí en EE UU que en un artículo publicado en el periódico israelí Yediot Aharonot advertía que la normalización de relaciones y la anexión de tierra palestina eran cosas incompatibles. No deja de ser paradójico que a uno le premien por no cometer una ilegalidad, pero así son las cosas.

Lo crucial de este acuerdo es que desvincula la relación entre Israel y los árabes de la relación entre Israel y los palestinos, que así quedan a la intemperie. Pero ambos firmantes ganan y mucho como era de esperar, Israel rompe el frente árabe y espera que ahora que otros países sigan a EAU y normalicen también sus relaciones con Tel Aviv, empujados por presiones norteamericanas y, sobre todo, por el miedo cerval que las monarquías sunnitas del Golfo Pérsico le tienen a la creciente influencia regional de la República Islámica de Irán, líder de los chiítas. Y más que le tendrán en el futuro porque el Consejo de Seguridad de la ONU acaba de rechazar la petición norteamericana de extender el embargo de armas a Irán que caduca en octubre. Además, Netanyahu demuestra a su electorado que su política de firmeza da frutos y pone así otro clavo en el ataúd de la fórmula de dos estados que defiende la comunidad internacional.

EAU también gana pues el acuerdo abre camino a sustanciales envíos de armas por parte estadounidense (aviones F-35) que le dan tranquilidad frente a la amenaza iraní. Además mejora su imagen internacional, muy deteriorada tras la catástrofe humanitaria causada por su intervención en Yemen junto con Arabia Saudita. Y también obtendrá intercambios comerciales y acceso a tecnología punta de Israel.

Gana Donald Trump, mediador en un acuerdo que presenta como primer resultado de su "visión" de Oriente Medio publicada el pasado enero. Ahora presionará a Netanyahu y a Mohamed bin Zayed para que viajen pronto a Washington a firmar con la mayor solemnidad, de forma que pueda utilizar la foto en su campaña electoral ante audiencias judías y de cristianos evangelistas que creen que el dominio de Israel sobre la Tierra Prometida es un mandato bíblico. No me extrañaría que también pida el Premio Nobel de la Paz. El acuerdo muestra, además, que Washington sigue siendo indispensable para las relaciones entre Israel y el mundo árabe.

Pero no todos ganan. Los que más pierden son los palestinos que consideran lo ocurrido "una traición" porque muestra que los árabes están hartos de sus divisiones y de su incapacidad para ofrecer un frente unido y una interlocución válida frente a Israel, mientras se les aleja la posibilidad de tener un estado propio. Hace mucho que la referencia a los "derechos palestinos" era retórica vacía que ahora se ha desvanecido ante los cambios ocurridos en la región y la percepción por parte de los sunnitas de una amenaza creciente procedente de Irán, que es otro gran perdedor porque este acuerdo refuerza la alianza en su contra y por eso lo ha calificado como "una puñalada... en la espalda de los palestinos y de los demás musulmanes". Y tampoco está contenta la Turquía islamizante de Erdogan que apoya a los palestinos y a los Hermanos Musulmanes, aparte de sus actuales problemas con Israel y con Egipto por la explotación de gas en el Mediterráneo oriental y por su política en Libia.

Quizás ahora establezcan relaciones con Israel otros países como Bahrain, Omán o la misma Arabia Saudita, que ya lo ha negado porque al ser su monarca "Custodio de las dos Mezquitas" eso puede plantearle problemas en relación con la anexión israelí de Jerusalén-Este. Lo que es seguro es este Acuerdo marca el comienzo de un cambio de alianzas en la fluctuante historia de Oriente Medio y un éxito que Donald Trump no dejará de tratar de capitalizar electoralmente.

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