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Hoja de calendario

Pedro Villalar

Vuelta al colegio

2020 es un año académicamente perdido, y no parece que la sociedad global -y la española en particular- se haya dado cuenta de que esta es una parte esencial de la gran tragedia. Todas las generaciones en edad escolar sufrirán un déficit ya irreparable, equivalente a la usurpación de un año de su propia vida en el aspecto intelectual. Cada vez es más evidente que la formación es el elemento clave del desarrollo de los pueblos, ya que solo ella es capaz de entregar al trabajador la capacidad para añadir valor mediante su trabajo. Los países que confían en sus riquezas naturales suelen fracasar y en cambio prosperan los que, por la escasa potencia de su sector primario, desarrollan el ingenio y se centran en la industria y en los servicios.

Viene todo esto a cuento de las dudas que se advierten sobre la iniciación del próximo curso escolar en septiembre. Naciones Unidas ya ha avisado de que no es posible suspenderlo, ni reducirlo al telecolegio o a cursos por internet, que acentúan las fracturas sociales, dificultan el aprendizaje, impiden la integración y valen tan solo para breves periodos de emergencia.

El curso debe comenzar en septiembre, aunque haya que sacar recursos de otras partidas aparentemente más importantes. Los padres deben concienciarse de su responsabilidad y exigir a las autoridades autonómicas -infortunadamente, tampoco hay una autoridad central en esto- que sus hijos merecen la mayor atención. Aunque haya que duplicar el número de aulas y de profesores.

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