Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El Rey en Son Roca, Sánchez en la sombra

En cuanto se toca algún tema especialmente sensible, el presidente despliega sus dotes verborreicas para enmascarar y envolver su pánico a la transparencia con apelaciones a tópicos y obviedades

El martes pudieron contar los habitantes de Son Roca con la presencia del rey Felipe VI, su esposa la reina Letizia y las infantas Leonor y Sofía. La visita obedecía al interés por conocer de cerca el proyecto socioeducativo de Naüm, pero también sirvió para establecer contacto, aunque fuera breve, con uno de los barrios populares palmesanos más alejados del mundo del glamur con el que siempre están asociados los miembros de la familia real. Eran gentes humildes, españolas de origen, gentes nacidas en Colombia o Ecuador, gentes de color provenientes de África, las que, acostumbradas a la marginalidad de los que poco tienen, asistían orgullosas al hecho relevante en sus vidas de tener a los reyes e infantas al alcance de sus piropos y sus miradas. Es un gesto de la monarquía, continuación de un periplo por todo el Estado que también incluyó Mallorca. Se hace un poco raro ver a la familia real alejada de los saraos del Real Club Náutico de Palma donde proliferan los que, como Baltasar Porcel, en palabras de Juan Marsé, "tienen el cuello inflado y la cabeza azul con ambientes verdes y violados, según el rey esté cerca o lejos, y matizados de oro especialmente en verano". En efecto, a pesar de su reconocida fama de campechano, Juan Carlos I no era muy dado a pasar del relumbrón de los yates al litoral de las necesidades. Puede que una parte importante de la ciudadanía esté pensando en otro tipo de liderazgo simbólico, pero nadie podrá negar a Felipe VI y Letizia el denuedo con el que se están batiendo para remontar en el aprecio de la opinión pública. Dicen que la derecha es monárquica y la izquierda republicana, pero la verdad es que son únicamente las clases populares las que aplican cataplasmas de cariño a unos reyes asolados por la herencia de escándalos que deben revertir. Los más pudientes se limitan a encogerse de hombros, no va con ellos. Como se apresuró a puntualizar Letizia ante una pregunta a Leonor, no es el querer sino el deber lo que aguarda a una reina.

El miércoles, como cada verano, despacho en Marivent del rey con el presidente del gobierno; después, rueda de prensa. se consolida la idea de que Sánchez o no responde a las preguntas o se refugia en la apelación a la confidencialidad a la que supuestamente se deben los dirigentes políticos en sus relaciones con el rey; en cuanto se toca algún tema especialmente sensible, Sánchez despliega sus dotes verborreicas para enmascarar y envolver su pánico a la transparencia con apelaciones a tópicos y obviedades. Pero este es un comportamiento contra el que no se han batido suficientemente los periodistas. Si ante sus "momentos Sánchez" los periodistas abandonaran las ruedas de prensa, otro gallo nos cantaría. La insolidaridad de los medios entre sí y el miedo a perder los óbolos del poder lo impiden. Sánchez no dijo nada nuevo. Se sumergió en sus banales referencias a la emergencia sanitaria por el Covid-19; a la emergencia económica y social; a contraponer la adversa situación que vivimos con el firme y normal funcionamiento de las instituciones. Obviando, claro está, que a la emergencia en la que vivimos se le suma el desprestigio de las instituciones, en especial de la más simbólica: la monarquía. Ni una sola palabra de referencia al paradero de Juan Carlos I, refugiándose en la consabida cantinela de la confidencialidad de sus conversaciones con el rey. Todo el país preguntándose por quien ha reinado durante cuarenta y cinco años y el jefe del gobierno, que es quien debe refrendar los actos del rey, él mismo inductor de la salida de Juan Carlos I, declinando toda la responsabilidad de la información ante la ciudadanía. Más preguntas sobre la rebelión municipal ante el real decreto ley sobre la utilización de los remanentes, la prolongación de los ERTE hasta finales de año o las referencias de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, fueron despachadas a expensas de un gobierno definido por el diálogo y otras nebulosas consideraciones. La imputación de sus socios de Unidas Podemos por malversación la despachó con la coletilla del respeto a las decisiones judiciales; al contrario de cuando son sus adversarios políticos los que pasan a ser investigados por los jueces.

El remate cruel de las noticias de la semana es el de la tortura y muerte de Grisito. Ha levantado la indignación entre la gente sensible el brutal vandalismo de cuatro jóvenes, dos de ellos menores de edad, que ataron a un joven gatito de una colonia gatuna de Manacor, le sacaron un ojo y le torturaron hasta la muerte. Se han sucedido las voces reclamando mayores cargas punitivas a los que puedan incurrir en el maltrato animal. La derivada imprevista de tal barbaridad fue el conocimiento público de que los mayores de edad incursos en hechos tan crueles eran integrantes de las listas electorales del partido popular. No eran suficientes los desvelos de Biel Company por el arrinconamiento del partido alfa en tiempos de Biel Cañellas, apenas tiene poder institucional, para que ahora las imágenes del pobre Grisito hayan moteado las páginas de sucesos de toda la prensa nacional. Expulsados. A perro flaco todo son pulgas. Si en otras autonomías la pandemia ha puesto en dificultades a sus presidentes, Ayuso, Torra, Lambán, Urkullu, López, en Balears, sea por la propia condición de archipiélago, sea por méritos propios de Armengol, nuestra presidenta, para desgracia de Company, está lejos de ser cuestionada. Veremos si por mucho tiempo, pues los contagios aumentan, la atención primaria está saturada y Alemania está alerta.

Compartir el artículo

stats