Es cierto, me he tomado la libertad de parafrasear un clásico de Elia Kazan que narra la historia de amor y desamor de una pareja joven -con el crack del 29 de fondo- que sufre, pese a su deseo de estar unidos, las presiones e intereses familiares. Si no la han visto, no les hago spoiler del desenlace. Me sirvo de él con un sentido evidente. Con la Covid-19 repuntando, desde la tribuna del Congreso y ahora desde el esplendor de sus vacaciones (me permito imaginar en la playa), algunos ya se preparan para los réditos del "cuanto peor, mejor" pese a que la necesidad es responder unidos a esta crisis. Se trata de dividir y crear un clima de desestabilización.

Cuanto peor, mejor; cuanto más se pueda desestabilizar el país y más se pueda llevar a nuestra sociedad a una tensión insoportable provocada por un storytelling conocidísimo (lo que nos sucede se arregla únicamente echando a los que están gobernando), mejor para sus intereses. Entiéndase, intereses partidistas que se quieren acentuar tras agosto para crear un escenario de desgaste político combinado con la fractura social que puede conllevar la crisis actual.

La moción de Vox es también la otra cara de la misma moneda que esperaba provocar el PP si no se hubiera pactado el Fondo Europeo y que ha acabado en ridículo por parte de la derecha. El epílogo del ruido fueron los meses que siguieron a marzo y que, con el acuerdo de la UE, sufrió su peor revés. Pero no nos engañemos: el "relato-ventilador" sigue su curso.

Ante eso, ¿podemos buscar la realidad más allá de las excentricidades, los bulos y la desinformación? Han pasado cinco meses desde que empezamos a confrontarnos con la pandemia y el balance no tiene precedentes en nuestra historia democrática. Vivimos una profundísima crisis económica y social planetaria sin haber salido siquiera de la crisis sanitaria. La caída del PIB a nivel europeo es de grandes dimensiones. Y eso demanda menos demagogia y más política para transformar la realidad de la Europa de la Covid-19. La ciudadanía merece algo más que titulares, hechos alternativos, tuit y mociones desde el esplendor de la playa.

No hay grandes secretos sobre lo que rezuman estos últimos cinco meses de oposición: primero, hundir al gobierno; segundo, hundir al gobierno. Hubiera sido más útil luchar juntos contra el virus y, luego, que hubieran tratado de tumbar al ejecutivo. Posición legítima, aunque en estos meses alejada de lo que debería ser el modus operandi político. Había tiempo para el acoso y derribo. Lo llamativo es que este "marco mental de derribo" es inversamente proporcional a las necesidades de las familias, de nuestros mayores, de los jóvenes, de las personas que deben afrontar el futuro. ¿Coincide, esta estrategia del "cuanto peor, mejor" con las preocupaciones de la mayoría de la gente de estas islas, del conjunto de nuestro país y del continente europeo? La sensación es que todos tenemos dos grandes necesidades que no acaban de concordar con este relato alternativo.

Lo primero, dejar atrás la ansiedad, el miedo y la preocupación de que a nosotros -o a cualquiera- le pueda afectar el virus. Todos estábamos preocupados por el mes de octubre. En realidad, ya sabemos lo que significa, lo estamos viviendo ya. Y genera preocupación. Por eso, lo necesario ahora son respuestas a estos repuntes, no storytellings que no salvan vidas. La ciudadanía quiere saber si nuestro sistema de salud responderá, si pueden trabajar de manera segura, si sus hijos podrán volver al colegio y si van a conservar sus empleos. En segundo lugar, muchos queremos que esta crisis sirva para repensar una sociedad más justa, enfocada a la transición verde, con un mayor federalismo europeo, con una sociedad de los valores que combine tecnología e innovación dentro de un modelo del Estado del Bienestar fuerte y consolidado, aunque al mismo tiempo sabemos que la prioridad es poder volver a los niveles de empleo de antes de marzo.

Es decir: combinar un cambio de modelo al mismo tiempo que conseguimos que las personas que han perdido el empleo lo tengan lo antes posible, y que sea de calidad. Y que mientras no lo tengan, que exista un apoyo que demuestre que la red social del Estado de Bienestar no deja a nadie atrás.

Mientras muchos tratamos de sumar en todo lo que podemos en esos dos grandes objetivos, otros desde el esplendor de la playa sueñan con mociones de censura. No tengo dudas: será complejo lo que se avecina, pero para resolverlo es absolutamente inútil un relato que tiene como único objetivo el "cuanto peor, mejor".