Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuidado con el ego

"Yo quiero ser como tú". Una sencilla frase que hizo que se desataran todos mis miedos y todas mis inseguridades. "Yo quiero ser como tú", pronunciada por una chiquilla que me miraba -con ese brillo en los ojos que solo se tiene a determinada edad- esperando una respuesta de alegría por mi parte porque concebía que lo que estaba diciendo era algo bueno. Un "yo quiero ser como tú" que debería haberme hecho sentir agradecida, abrió todas las heridas de mi niña interior.

Hoy, una de las menores con las que trabajo me soltó así, a bocajarro, esa frase. Me quedé un poco abrumada y le respondí con total sinceridad: "No, cariño. Tú vas a ser tú misma y serás tu mejor versión. Créeme. Eres y serás genial. No lo dudes nunca. No necesitas parecerte a nadie". Ella me miró con gesto contrariado, se dio la vuelta y se encogió de hombros. "Pero quiero ser como tú", concluyó, porque tiene un carácter muy fuerte y siempre debe decir la última palabra.

Mi parte profesional rápidamente reflexionó acerca de cómo trabajar la autoestima, el amor propio y el refuerzo de la personalidad con ella pero mi parte humana se tambaleó. Una intenta ser cada día una buena persona. Por creencias y valores y, sobre todo, por dar ejemplo, más aún cuando trabajas con niños y adolescentes que están ojo avizor de todos tus movimientos. De todas tus palabras. De todos tus conductas.

No se tiene varita mágica ni recetas en esta profesión. Se trabaja con personas y se puede errar. Y lo juro, ¡qué miedo da! ¡Qué miedo da no estar a la altura! Es en estos momentos donde uno toma consciencia de lo importante que es trabajar la parte emocional desde los primeros años de infantil y de primaria. En casa y en la escuela.

No estoy diciendo con esto que no puedan admirar a alguien. ¡Claro que sí! Todos hemos tenido algún familiar, algún profesor, algún artista o, incluso, a alguien de nuestro grupo de iguales a quien admirábamos. Hasta ahí es sano. Pero entre la admiración y la devoción hay una línea muy delgada que conduce a sentimientos de inferioridad. De falta de autoestima. De inseguridad. Porque nunca, por más que nos empeñemos, nos vamos a parecer a otra persona. Y, lo más peligroso es que, cuanto más intentes parecerte al otro, más te alejas de ti mismo.

Por tanto, "yo quiero ser como tú" no fue un halago. Pudo haber sido una señal de "no lo estás haciendo mal del todo", pero no un halago. Es bueno tener ejemplos que seguir, por supuesto, pero sin olvidarnos de que nuestro cometido, como profesionales, es guiar a los menores hacia su yo más auténtico. Aunque para ello deban perderse varias veces en el camino. Nosotros debemos acompañar y acompañar y acompañar hasta que se encuentren consigo mismo. Irremplazables. Porque de lo contrario, lo único que estaremos haciendo será alimentar nuestro ego y, eso, eso no le hará bien a nadie.

Compartir el artículo

stats